La curiosa boca de la lamprea está equipada con numerosos dientes córneos. Con ellos, la lamprea atraviesa con facilidad la carne de su huésped, aunque no tiene mandíbulas. Pero está dotada de una lengua que funciona como un émbolo: después de hacer el vacío sobre el vientre de una presa dentro de su boca, succiona la sangre al retroceder.
Existen unas 40 especies de estos flexibles peces que están ampliamente distribuidas por las corrientes de agua dulce y los mares del mundo. Estos curiosos animales tienen la piel lisa y alcanzan una longitud de unos 90 centímetros. Respiran a través de una hilera de siete aberturas a cada lado de su cuerpo. Y tienen gran movilidad gracias a su esqueleto cartilaginoso.
Es curioso que en la Edad Media eran consideradas un alimento delicioso y aunque hoy dia en ciertos países utilizan su carne como cebo para pescar, en el sur de Europa su carne es muy apreciada.
Todas las lampreas se reproducen en agua dulce, en corrientes rápidas de ríos limpios, tanto los machos como las hembras utilizan la boca para excavar un nido poco profundo en el que la hembra deposita los huevos. Éstos son numerosos, unos 60.000. El desove ocurre una vez en la vida de las lampreas y después los adultos mueren en unos dos meses.
Las larvas salen del huevo a las tres semanas y son arrastradas corriente abajo hasta que se asientan en un remanso. Estas larvas son completamente diferentes a los individuos adultos. Son ciegas, carecen de dientes y tienen un mecanismo de alimentación distinto. En torno a la boca tienen una franja de barbas diminutas que sirven como filtro para capturar invertebrados acuáticos. Difieren tanto de los individuos adultos que, inicialmente, los científicos pensaron que eran especies diferentes a las lampreas adultas.
Los juveniles permanecen en el lodo, al menos, cuatro años; después sufren una metamorfosis para regresar con forma adulta y parásita a su hábitat marino.
Redacción QUO