Como hombre gay, habitante de país desarrollado, Pedro se ha empapado de todas las campañas de prevención del sida que se han realizado. Está bien informado, aunque de vez en cuando practica sexo no seguro. Nunca planea hacerlo, pero siempre tiene un condón a mano, y ocasionalmente, con las prisas del momento, decide no usarlo.
Semejante comportamiento no es algo inusual entre homosexuales, pero, al contrario que la mayoría, Pedro (su nombre no es real) no se arriesga del todo. Y eso se debe a que su médico quiere experimentar en él algo que la mayoría no respaldaría: prescribirle un medicamento que podría disminuir el riesgo que corre de contagiarse del VIH.
Esta estrategia se llama profilaxis de preexposición (PrEP), y Pedro la recibe de Marcus Conant, un médico que tiene un largo historial de apoyo a los derechos de los gays. La terapia tiene que ser testada todavía en pruebas clínicas, y de momento se prescribe solo a un reducido grupo de pacientes: aquellos que entienden las limitaciones de dicha táctica. Pero si las predicciones más optimistas se verifican, tomar una píldora al día hará que reduzcan radicalmente el riesgo de infección incluso si practican sexo sin condón. Lo más probable, en realidad, es que la medicina tenga un efecto modesto (quizá reduzca el riesgo aproximadamente unas dos terceras partes, pero incluso así, mejora mucho sus probabilidades en el juego tan azaroso que llevan a cabo).
Aunque suene a buenas noticias, la PrEP tampoco se libra de las críticas. El mayor miedo es que pueda tener un efecto de sosiego para la gente y les aporte una falsa sensación de seguridad que impulse a practicar más sexo de riesgo; cosa que, paradójicamente, extendería el virus más rápida y eficazmente.
También está emergiendo una tormenta feroz al respecto de un medicamento que en apariencia da a la gente licencia para practicar sexo no seguro o inyectarse drogas ilegales.
Pero con la investigación sobre vacunas en dique seco, la PrEP es considerada por un cierto número de especialistas pioneros en este campo como un arma vital en la lucha contra el VIH. “Hay cierto optimismo cauto sobre su eficacia” asegura Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Enfermedades Alérgicas e Infecciosas de los Institutos Nacionales de Salud en Bethesda, Maryland (Estados Unidos).
Redacción QUO