Cazan, se cortejan, migran, alimentan a sus crías… Los animales despliegan infinitas estrategias para sobrevivir y multiplicarse, y nosotros las analizamos exhaustivamente. Sin embargo, solemos olvidar una posibilidad: que actúen movidos por el placer.
El etólogo Jonathan Balcombe defiende esta opción y acaba de publicar un nuevo libro para ilustrarla. Las más de 130 fotografías de The Exultant Ark (el arca exultante) muestran a criaturas que parecen disfrutar de placeres tan sencillos como tomar el sol y darse un baño, o más “sentimentales”, como el juego y las caricias.
En esta selección mostramos a murciélagos que traban amistades de por vida con otros individuos, abejarucos que viven en colonias de miles de nidos y a una cerda que quedó aislada por una inundación y fabricó un nido para sus crías con lo que encontró. Algunos primates que pierden hijos muestran los mismos cambios hormonales que las mujeres en la misma situación. Según Balcombe, la capacidad de sufrir implica también la de gozar. Con la exhibición de estas actitudes de ocio, juego y emociones, el libro pretende llevarnos a considerar a los animales como individuos.
El amamantamiento ¿es solo una fuente de nutrientes o la vía para establecer un vínculo de por vida? El interés de esta madre por sus crías quedó patente cuando se vio abandonada en medio de la nada tras las inundaciones de Iowa (EEUU) en 2008. Reunió diversos materiales y construyó con ellos un nido en el que se refugiaron todos hasta ser rescatados por la organización Farm Sancturary.
Estos macacos japoneses del zoo de Detroit nos hacen dudar de que el amor maternal sea solo humano. En estudios recientes se ha descubierto que las hembras de otra especie de primates, los babuinos, que pierden una cría sufren los mismos cambios hormonales a largo plazo que las mujeres en duelo por un hijo.
Estos abejarucos carmín (Mecops nubicoides) suelen pasar el tiempo sobre una rama con algunos de sus parientes. Viven encolonias que pueden llegar a tener miles de nidos y mantenerse durante unos ocho años.
¿Qué tienes en común con un lémur de cola anillada? Que te encanta holgazanear al sol. ¿O no?
Los zorros voladores se distinguen unos a otros e incluyen luchas simuladas en sus juegos, como el de esta madre y su hijo. Así los jóvenes se preparan para los futuros enfrentamientos con posibles enemigos.