«Una gran belleza y poesía reside en las teorías que alumbran los científicos y es solo mediante la unificación de Arte y Ciencia como se pueden explorar estos tesoros en su totalidad y hacerlos accesibles al resto del mundo«. Con esta filosofía, Zachary Copfer, un microbiólogo reconvertido a artista visual, ha dado una vuelta de tuerca al concepto de fotografía y ha inventado lo que él denomina: bacteriografías.

El proceso para obtenerlas es similar al de un revelado convencional, solo que el papel fotosensible se cambia por placas de Petri, el negativo por un puñado de bacterias y la exposición por un acelerón radiactivo

Copfer quiere acabar con el prejuicio instalado en el ideario colectivo: cuando la Ciencia revela el mecanismo que hace funcionar un fenómeno hasta entonces desconocido, acaba con el misterio, lo mágico, lo poético… En definitiva, acaba con el arte que había en ello. Esto a juicio del Copfer, que se autodefine como bioartista transgénico, es falso: cada descubrimiento científico abre un mundo de nuevos misterios, mayores y aún más intrincados.

Con sus bacteriografías, este estudiante de un máster de fotografía de la Universidad de Connecticut, pretende revelar la grandeza artística que hay detrás de una investigación aparentemente aburrida y plomiza. Es una forma más de divulgar y de hacer ‘digerible’ la Ciencia.

Un científico trabaja sometido a un gran número de convenciones y protocolos que condicionan su capacidad para hacer que su ciencia sea bella. Los papers son muy cerrados y académicos y además, la revisión por pares y la publicación en revistas elimina todo atisbo de metáfora o lenguaje literario. Es por ello, que la mano del artista puede rescatar lo místico y hermoso que hay bajo la capa de rechazo con la que la sociedad actual ha cubierto la ciencia.

Zachary Cupfer comparte con el mundo su arte a través de su blog Science to the Power of Art, que pretende ser «un lugar para que los artistas vengan y se replanteen su visión de la ciencia, para que los científicos revisiten el rol del arte y para cualquier otro interesado en explorar la confluencia entre los dos campos«.

 

Zachary Copfer y su bacteriografía

Después de graduarse en Biología, Zachary Copfer entró a trabajar en el laboratorio de una gran empresa. Allí poco tardó en escapársele la magia de la ciencia de las manos, así que, harto de su trabajo, decidió emprender una nueva aventura en el mundo de la fotografía a través del cual redescubrió el romanticismo de la ciencia.

Aqui le véis con una de sus bacteriografías, fotos en las que el papel es una placa de Petri y la imagen son bacterias.

Einstein en microbio

Tras reconvertirse de microbiólogo a artista visual, Zachary Copfer no quiso tirar todo su pasado por la borda. En la Facultad de Ciencias le enseñaron a admirar las proezas de célebres figuras como Einstein, Darwin o Leonardo da Vinci.

Con esta serie de bacteriografías, titulada Mis científicos favoritos, Copfer ha querido rendirles homenaje.

Einstein, su artista favorito

Cuando le preguntan, Copfer siempre cita entre sus influencias al artista Shawn Brixey. Su más célebre creación fue convertir el sonido de voces recitando poesía en haces de luz que acababan emulando a las galaxias.

También Brixey tenía sus referentes: aseguraba que su artista favorito era Albert Einstein. Casi cualquier científico podría admitir, con más o menos recelos, que la obra de Einstein es arte, pero mucho más difícil es que los artistas dejen de considerarla solo ciencia.

Un Picasso muy vivo

Zachary Copfer ha inventado su propio proceso fotográfico que ha bautizado como bacteriografía. En realidad, es similar a un revelado normal, solo que utiliza Placas de Petri en lugar de papel fotosensible como soporte y bacterias para componer las imágenes.

En esta foto vemos al artista malagueño Pablo Picasso recreado con la bacteria Serratia Marcescens.

Darwin y la evolución de la fotografía

Para crear sus bacteriografías, Copfer toma una bacteria como pueda ser el E.coli o la Serratia Marcescens y la convierte en una proteína fluorescente mediante un proceso genético. Luego la extiende de forma estratégica sobre una placa de Petri formando lo que sería el negativo.

Después, lo expone a radiación para que las bacterias se desarrollen y den lugar a la imagen. Finalmente, las recubre de una capa protectora acrílica y de resina.

En esta placa vemos a Darwin cobrar vida en forma de bacteria Serratia Marcescens.

 

Un hombre del Renacimiento

En el Renacimiento, ser un hombre sabio tenía más mérito que ahora. Los grandes hombres de la época sabían de Ciencias, Arte, Filosofía… Así era Leonardo da Vinci, pintor, anatomista, arquitecto, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.

Copfer no le ha dado a tantos palos, pero tampoco se queda corto. Con sus bacteriografías pretende unir sus dos pasiones y profesiones: la microbiología y la fotografía.

En esta imagen podemos ver al artista florentino revivir en una placa de Petri con la bacteria Serratia Marcescens.

 

 

Este dino está muy vivo

«¿Qué mola más que un dinosaurio que ha crecido entre bacterías? ¡Nada!». Es la opinión de Zachary Copfer, que «como mucha gente, cuando era niño estaba obsesionado con los dinosaurios».

Aún lo está, por eso ha querido rendirles homenaje con esta serie de bacteriografías. «Si no podía traerlos de vuelta a la vida, ¿por qué no traerlos de vuelta con vida?».

La primera imagen es un garabato con bacterias, hecho por simple y pura diversión cuando Copfer trabajaba en un laboratorio biológico allá por 2008. La segunda, ya es un trabajo profesional realizado con la técnica de la bacteriografía en 2012.

El albasaurus

Tal vez algunos hayáis oído hablar de la historia de Alba, el conejo fosforito que creó el artista Eduardo Kac en colaboración el genetista Louis-Marie Houdebine.

Copfer ha querido rendirle tributo y encargó a un genetista amigo suyo, Henry Wo, que creara un animal quimérico nuevo: el albasaurus, un velociraptor con orejas de conejo.

En la foto le podéis ver en una bacteriografía creada con E.coli modificado genéticamente para ser fluorescente.

La poesía de las estrellas

Fotos de galaxias lejanas, estrellas y supernovas tomadas por el telescopio Hubble y que Copfer desarrolla en placas de bacteria E.coli. Sí, la de la crisis de los pepinos, solo que la ha modificado genéticamente para hacer que brille.

Como decía Carl Sagan, «estamos hechos de polvo de estrellas«. A Copfer le pareció muy poético y la mejor forma de reflejar el vínculo entre el Arte y la Ciencia.

En la foto, una bacteriografía de la Vía Lactea.