Cuando el profesor Aronnax y sus compañeros embarcaron en el Nautilus, se encontraron frente a dos hombres calzados con botas de mar de piel de foca y vestidos con ropas de un tejido especial que les dejaba completa libertad de movimientos. Uno de ellos se dirigió a su compañero en una lengua desconocida para el profesor. “Era un idioma armonioso, flexible, sonoro, y cuyas vocales parecían estar sometidas a una acentuación variadísima”. Más adelante, nos regalan unas extrañas palabras: “Nautron respoc lorni virch”. No es probable que Julio Verne pensara una lengua completa para esta frase, pero otros sí se han aplicado a esta titánica tarea.
Las lenguas artificiales, a diferencia de las naturales, nacen intencionadamente; aparecen de forma rápida, en comparación con el proceso natural, mucho más lento; y tienen un autor conocido. Por ejemplo, la lengua de los Elfos tiene un creador, J. R. R. Tolkien, mientras que nadie podría hablar del inventor del griego o el latín.
Pero, ¿para qué crear un lenguaje nuevo? Los que hasta hoy se han ideado tenían uno de estos tres objetivos: poner palabras en la boca de personajes de ficción, crear una forma de comunicación universal –como el esperanto–, o fines científicos, como ocurre con dos fascinantes experimentos, el loglan y el lojban.
Tintín hablaba Syldavo
En la ficción, para charlar con monstruos, extraterrestres y otros extravagantes seres imaginarios, a veces basta inventar algunas frases y nuevas palabras, y no puede hablarse de un lenguaje completo, como lo hicieron Verne o Hergè, cuando ideó el syldavo en las aventuras de Tintín. Estas lenguas son descritas como si, de hecho, tuvieran una existencia real. El caso más emblemático y complejo es el de las lenguas de J. R. R. Tolkien, quien, según su propia confesión, creó su mundo fantástico sólo para utilizar las lenguas que había inventado previamente. Las que más desarrolló son las élficas quenya y sindarin, inspiradas, respectivamente en el finlandés y el galés. Otra extraordinaria lengua de ficción es el klingon, creado por el lingüista Mark Okrand para la serie de ciencia ficción Star Trek. Supuestamente hablada por unos agresivos extraterrestres, el klingon es de apariencia muy ruda y extraña.
Inspiración divina
Aunque hay varias propuestas anteriores de crear una lengua universal, común para todos los seres humanos –algunas de pensadores como Descartes y Leibniz–, la primera lengua artificial que consiguió cierta difusión fue el volapuk. De hecho, esta lengua gozó de gran popularidad a fines del s. XIX (en 1889 existían unas trescientas sociedades y clubes de volapuk). Creado por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer –según él, por inspiración divina– con el noble deseo de facilitar la comunicación entre los pueblos, tiene una gramática muy compleja y se basa en raíces germánicas; a veces deformadas, en parte porque Schleyer eliminó la letra erre de su sistema. El término volapuk está formado por las palabras vol (mundo, deformación del inglés world) y pük (habla, del inglés speak), así que puede traducirse como “lengua universal”.
Poco después del volapuk apareció el esperanto; con mucho, la lengua artificial de más éxito. El número de hablantes se cuenta (al menos) por cientos de miles, y existen asociaciones en decenas de países. La Universala Esperanto-Asocio (Asociación Universal de Esperanto, UEA) mantiene relaciones con importantes organizaciones internacionales, como la ONU, la UNESCO (que ha recomendado su uso y enseñanza en varias ocasiones) y UNICEF. El esperanto fue creado por el doctor ruso-polaco Lejzer Ludwik Zamenhof, quien lo dio a conocer en su obra Fundamento de Esperanto, en 1887. Su gramática es muy simple y completamente regular, y está basada, al igual que su vocabulario, en diferentes lenguas naturales. Así, pájaro es birdo; gracias, dankon; y luna, luno. Muchas palabras se forman con prefijos y sufijos, así como mediante la unión de dos o más raíces semánticas. Por ejemplo, cana es blankharo, de blanka (blanco) y haro (pelo).
Posteriormente, y con la intención de unificar el por entonces dividido movimiento por una lengua internacional, nació interlingua. Fue el resultado de los trabajos de una organización fundada en 1924 por la mecenas norteamericana Alice Vanderbilt Morris. Con la premisa de que el esperanto y el ido (su reforma posterior) eran demasiado rígidas, decidieron crear un lenguaje más cercano a las lenguas naturales. Tomaron como modelo el latín, que se consideró como la lengua de mayor influencia en el mundo occidental, y elaboraron una especie de versión moderna y simplificada. El vocabulario de interlingua está tomado del francés, italiano, portugués y español, y también del inglés, alemán y ruso. En aras de la claridad, no es tan uniforme como el esperanto; por ejemplo, los verbos pueden terminar en a (entra, entrar), en e, (solve, resolver) o en i (veni, venir).
Hay otras razones para inventar un lenguaje; por ejemplo, para hablar con tu ordenador, o como parte de una investigación científica. Es el caso de las lenguas lógicas, como el loglan y su descendiente, el lojban. La idea partió de James Cooke Brown, quien la divulgó en la revista Scientific American en junio de 1960. La motivación principal de Cooke era experimentar la hipótesis de Sapir-Whorf, según la cual la lengua impone límites al pensamiento, y por tanto, una lengua más potente y flexible permitiría un desarrollo superior del pensamiento humano.
Para hablar con las máquinas
Estas lenguas se basan en una gramática sin ambigüedad, derivada de los principios de la lógica, y en ellas no hay los tipos morfológicos a que estamos habituados, como sustantivos, adjetivos y verbos. Están pensadas tanto para comunicarse con otros seres humanos como con las computadoras, y su vocabulario está tomado de los idiomas más hablados en el mundo.
Pero, ya sea para crear la lengua universal definitiva, intercambiar mensajes secretos o dar voz a los originales personajes de una novela, inventar un idioma resulta un ejercicio intelectual interesante, y no son pocos los anónimos que lo intentan. La página web The Language Construction Kit está dirigida a ellos, y consiste en una guía que ayuda a tomar ciertas decisiones en el proceso de creación (o más bien, en la planificación inicial). Por ejemplo: ¿Debe ser una lengua regular y lógica, o más realista, con irregularidades y derivaciones léxicas? ¿Qué sonidos debe utilizar? ¿Debe basar su vocabulario en los de algunas lenguas naturales, o ser completamente original? En todo caso, es un trabajo arduo, que es sólo apto para mentes inquietas. Buena suerte.