El mar volverá a separarse una vez más para que Moisés y su pueblo puedan escapar. Ya lo hizo en 1956, en la majestuosa película Los diez mandamientos, dirigida por Cecil B. DeMille, y ahora vuelve a suceder en Éxodo: dioses y reyes, la espectacular versión que el gran Ridley Scott ha realizado del relato bíblico. Y con motivo del estreno de esta película, nos hemos acercado a los prodigiosos hechos que allí se narran. Es cierto que no hay ninguna evidencia histórica de que aquellos sucesos ocurrieran en realidad, por lo que los historiadores los engloban en la categoría de mitos. Pero en los últimos años, algunos investigadores han apuntado que los acontecimientos milagrosos narrados en dicho relato, como las célebres diez plagas, podrían haberse producido sin necesidad de ninguna intervención sobrenatural. Y que, por ejemplo, las aguas del mar sí podrían separarse. Aunque este fenómeno no habría sucedido en el mar Rojo, como siempre hemos creído.
La historia del Éxodo es de sobra conocida. Tras décadas de sufrir la esclavitud en Egipto, los hebreos escaparon en busca de la tierra prometida guiados por Moisés, un líder judío que había sido criado por la hija del faraón. Pero la huida de aquel pueblo cautivo solo fue posible después de que diez terribles plagas enviadas por Yahvé asolaran el país de las pirámides.
Una catástrofe medioambiental
Según el relato bíblico, las aguas del Nilo se convirtieron en sangre; llovieron ranas, las langostas invadieron los campos, los piojos y las úlceras se cebaron en los cuerpos de los egipcios, el país se sumió en las tinieblas y se produjo el exterminio de todos los primogénitos. Pero, ¿sería posible que en la realidad se produjera tal cúmulo de calamidades? Augusto Mori, paleoclimatólogo de la Universidad de Heidelberg, cree que tales plagas serían fenómenos completamente naturales.
El mito asegura que Moisés y los hebreos partieron de la ciudad de Rameses, que tradicionalmente se ha identificado con la villa de Avaris, posteriormente rebautizada como Pi-Ramses. Existen evidencias de que en un momento dado dicha ciudad quedó deshabitada, y Mori está convencido de que este hecho se produjo debido a una serie de cataclismos climáticos y naturales.
Analizando las estalagmitas de algunas cuevas de la zona, ha creado un registro de los patrones del clima en tiempos pasados, lo que le ha permitido descubrir que las altas temperaturas casi secaron el Nilo y redujeron lo que era un río caudaloso a un arroyo de aguas lentas y pantanosas. “Esas condiciones son perfectas para la aparición de Oscillatoria rubescens”, explica Mori, “un alga tóxica que podría haber sido el origen de la primera de las diez calamidades bíblicas: la conversión del agua en sangre”. Y es que el efecto que provoca la presencia de dicho organismo es el de teñir el líquido de rojo.
El Nilo pudo teñirse de rojo por la aparición de un alga tóxica provocada por la sequía
A partir de ahí, otras de las plagas podrían haberse producido casi como un efecto en cadena. “Posiblemente, la llegada de las algas tóxicas obligó a las ranas a dejar el agua donde vivían”, prosigue Mori. “Al morir los anfibios, mosquitos, moscas y demás insectos se vieron libres de uno de sus depredadores, y se multiplicaron sin control, lo que dio lugar a la segunda, tercera y cuarta plagas.” La multiplicación de los insectos podría ser la causa, a su vez, de la quinta y sexta: las epidemias que exterminaron el ganado, y las úlceras incurables y los parásitos que afectaron a la población. “Por supuesto”, aclara el investigador de Heilderberg, “solo afirmo que en ese contexto creado por la desecación del Nilo esos acontecimientos catastróficos pudieron suceder”.
Para encontrar una explicación probable a las siguientes maldiciones (una atroz lluvia de granizo, la invasión de las langostas y el reinado de la tinieblas), hay que viajar a más de cuatrocientos kilómetros de Egipto. Concretamente, a la isla de Santorini, en el mar Egeo. Allí, en un período comprendido entre 1600 y 1500 a. C., se produjo una colosal erupción volcánica que, según las estimaciones, puede que fuera hasta cuatro veces más potente que la del Krakatoa.
En el Instituto de Física Atmosférica de Alemania han realizado simulaciones por ordenador que indican que la nube de cenizas provocada por la erupción habría llegado hasta Egipto donde, al mezclarse con algún frente tormentoso, podría haber provocado torrenciales lluvias de granizo y bloqueado el paso de la luz solar. Además, según los investigadores alemanes, ese contexto de altas precipitaciones y elevada humedad sobrevenido por la nube de cenizas habría sido un caldo de cultivo idóneo para la aparición de las langostas.
Más complicado resulta encontrar una explicación verosímil a la última de las plagas, precisamente la más terrible de todas: la muerte de todos los primogénitos de Egipto. Aunque Wener Kloas, biólogo del Leibniz-Institute of Freshwater Ecology and Inland Fisheries de Alemania, propone como hipotética causa algún hongo tóxico originado por esa concatenación de cataclismos medioambientales, y que hubiera envenenado el trigo. “Los primogénitos de las familias nobles de Egipto gozaban de varios privilegios; entre ellos, el de comer en primer lugar. De suceder algo así, ellos tendrían más riesgo de intoxicarse”, explica.
Vientos de 100 km/h que pudieron separar las aguas
Pero el episodio más célebre del Éxodo es, sin duda, la apertura de las aguas del mar Rojo, que se separaron milagrosamente para dejar cruzar a Moisés y los hebreos y, luego, volvieron a cerrarse y ahogaron al ejército egipcio que les perseguía. Un estudio realizado en 2010 por Carl Drews, director del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de la Universidad de Colorado, revela que un fenómeno así es perfectamente posible si se dan determinadas condiciones. Aunque no habría ocurrido en el mar Rojo, tal y como cuenta el relato bíblico, sino mucho más al norte, en la desembocadura del delta del Nilo.
No existe ninguna prueba de que los hebreos estuviesen 430 años cautivos en Egipto
En el noroeste de Egipto, lindando con el mar Mediterráneo, se encuentra el lago Manzala. Drews y su equipo han demostrado mediante simulaciones por ordenador que en dicho lugar vientos huracanados de unos 100 kilómetros por hora podrían hacer que las aguas retrocediesen y dejasen abierta una franja de tierra de unos cinco kilómetros de ancho y otros trece de largo, que permanecería así durante unas cuatro o cinco horas, antes de que las aguas volvieran a anegarlo todo. “Por supuesto, esto solo prueba que el fenómeno de la separación de las aguas es posible según las leyes de la física”, explica Drews. Aunque el propio investigador reconoce que habría sido muy complicado para miles de personas avanzar por aquel lugar teniendo en contra un viento huracanado de 100 km/h.
Y es que ninguna de las hipótesis expuestas aquí pretende demostrar que la historia de Moisés sea cierta. De hecho, los historiadores no tienen ningún indicio de que haya sucedido. Tal y como explica el prestigioso arqueólogo Israel Finkesltein: “Según la Biblia, los descendientes de Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo. Los textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el mar Rojo y que erraron durante cuarenta años por el desierto. Sin embargo, los archivos egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos, no conservaron ningún dato de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en sus cuatro décadas de peregrinación”.
Por eso, el paleoclimatólogo Augusto Mori, autor de uno de los estudios mencionados, asegura: “No trato de dar validez al relato bíblico, ni mucho menos. Solamente pretendo demostrar que las célebres plagas podrían haber sido sucesos completamente naturales, sin raíz paranormal ni divina. Por eso, pudieron haber ocurrido. Y si realmente fue así, seguramente se convirtieron en las fuentes que sirvieron de inspiración para crear la leyenda que conocemos sobre Moisés y el Éxodo”.