Un nuevo estudio en la revista Geophysical Research Letters encuentra la primera evidencia de carbono radiactivo proveniente de pruebas de bombas nucleares en tejidos musculares de crustáceos que habitan en las trincheras oceánicas de la Tierra, incluida la Fosa de las Marianas, el punto más profundo del océano.
¿Cómo ha llegado hasta ahí?
Ya sabíamos que los organismos en la superficie del océano han incorporado el carbono procedente de las bombas atómicas en las moléculas que forman sus cuerpos desde finales de los años cincuenta. Este estudio ha descubierto que los crustáceos en las fosas oceánicas se alimentan de materia orgánica de esos organismos cuando cae al fondo del océano.
«Aunque a la circulación oceánica le llevaría cientos de años para llevar agua que contenga restos procedentes de las bombas atómicas a la zanja más profunda, la cadena alimentaria lo logra mucho más rápido», dijo Ning Wang, el geoquímico de la Academia de Ciencias de China, autor del estudio.
Estos resultados muestran que se tarda mucho menos en llegar hasta el fondo del mar de lo que creíamos. No solo para los restos de bombas atómicas, la contaminación humana podría penetrar rápidamente a la red alimentaria y abrirse camino hacia las profundidades del océano.
Los resultados también ayudan a los científicos a comprender mejor cómo se han adaptado las criaturas para vivir en el entorno pobre en nutrientes de las fosas oceánicas. Los crustáceos que estudiaron viven durante un tiempo inesperadamente largo porque tienen metabolismos extremadamente lentos, parte de su adaptación a la vida en este entorno empobrecido y duro. Esto también les convierte en unos acumuladores de contaminantes que no nacen, crecen y mueren a los ratios que estamos habituados, por lo que podría afectarles aún más la contaminación de cualquier tipo.
Esther Sánchez