Imaginar la vida de los seres humanos en otros planetas no es solo un ejercicio sugerente para los escritores de ciencia ficción. También es un reto para los científicos que se preguntan cómo afectan las condiciones espaciales a nuestro cuerpo, que, con preguntas inverosímiles alcanzan respuestas tan impresionantes como la de que vivir en el espacio podría aumentar la vida. Al menos, parece que es lo que sucede a los gusanos de la especie Caenorhabditis elegans, según el estudio de un grupo de gusanos que viajó a la Estación Espacial Internacional en 2004 dentro del proyecto de investigación ICE-FIRST.
“Este asunto no sólo es intrigante desde la perspectiva de la ciencia básica sino que también es importante desde el aspecto de la medicina espacial, ya que la duración de las misiones espaciales se irá incrementando en casos como la exploración humana de otros planetas o la colonización de la Luna”, explican los autores de la investigación en el artículo que han publicado en la revista Nature Scientific Reports.
Una vez que los gusanos regresaron a la Tierra, el equipo de investigadores de Estados Unidos, Japón, Francia y Canadá observaron que tenían unos niveles de poliglutamina Q35 más bajos que los de un grupo de control que no había viajado. La Q35 es una repetición de 35 aminoácidos de glutamina que forma parte de una proteína localizada en los músculos, cuya presencia suele incrementarse con la edad. Según los autores de la investigación, el hecho de que los gusanos que viajaron al espacio tuvieran niveles menores de Q35 se debe a que su producción se había ralentizado.
Como la producción de las proteínas está directamente relacionada con la expresión de los genes, los investigadores pensaron que el entorno espacial podía haber influido en el funcionamiento de algunos genes involucrados en el control de la longevidad. La idea era buena, y encontraron once candidatos cuyos niveles de expresión se habían reducido en los gusanos espaciales. Nuevos experimentos en el laboratorio demostraron que si inactivaban siete de los once genes los gusanos vivían más tiempo.
Según el especialista en metabolismo muscular de la Universidad de Nottingham Nathaniel Szewczyk, “estos resultados sugieren que es casi seguro una respuesta adaptativa en lugar de patológica. Contra intuitivamente, el músculo puede envejecer menos en el espacio que en la tierra. También puede ser que el vuelo espacial ralentice el proceso de envejecimiento”.
Respecto al papel que los 7 genes sobre los que el estudio ha puesto la lupa en el control de la longevidad, los autores del artículo apuntan dos opciones. “Una posibilidad es que estén involucrados en el control de la longevidad a través de la percepción sensorial o de las señales ambientales”, indican. Una segunda posibilidad es que los genes del estudio afecten al control de la longevidad a través de las señales entre las neuronas motoras y los músculos.
De cualquier manera, el papel de los gusanos también merece un agradecimiento. Los tripulantes microscópicos de la estación experimental se convirtieron en los protagonistas del trabajo científico al ser el primer organismo pluricelular del que se ha descrito toda su estructura genética. Como muchos de sus 20.000 genes desempeñan las mismas funciones que las de los seres humanos, son buenos candidatos para orientar las conclusiones científicas en el estudio de nuestro organismo. Los resultados, con el tiempo vendrán.
Andrés Masa Negreira