Las regiones más cercanas al Ártico, como Groenlandia, luchan contra los efectos actuales del cambio climático, en particular por la gran dependencia en las áreas de pesca, ahora vulnerables. Precisamente Groenlandia ha buscado diversificar su economía durante años a través de la minería, la extracción de petróleo y el turismo, pero el progreso ha sido lento y esta región autónoma tiene una tasa de desempleo del 10% y un déficit de ingresos persistente.
Simultáneamente, las reservas mundiales de arena se han agotado rápidamente en las últimas décadas, mientras que la demanda solo ha aumentado gracias a la urbanización global y las inversiones en infraestructura. Uniendo ambos hechos, un equipo de científicos, liderados por Mette Bendixen, ha señalado una oportunidad económica imprevista para esta región ártica: exportar arena y grava al exterior, donde las materias primas para infraestructura tienen una gran demanda.
El estudio, publicado en Nature Sustainability, estima que la cantidad de arena que llega a la costa de Groenlandia cada año por la erosión, tiene un valor de mercado equivalente a más de la mitad del producto interno bruto de la isla (unos dos mil millones de euros en 2015) y se espera que este valor se duplique dentro de los próximos 25 años si el precio de la arena siguen aumentando.
“El deshielo de la capa ártica de Groenlandia entrega una enorme cantidad de sedimentos a la costa – explica Bendixen – . El ocho por ciento de la contribución anual de sedimentos entregada a los océanos globales proviene de la capa de hielo de Groenlandia y, debido al continuo calentamiento global, se espera que este número aumente”.
Sin embargo, no todas son buenas noticias: la explotación de la arena podría ser controvertida, ya que potencialmente interferiría con el prístino paisaje ártico. El estudio recomienda una evaluación cuidadosa del impacto ambiental y la implementación en colaboración con la sociedad groenlandesa antes de realizar cambios o explotaciones.
Juan Scaliter