El consumo mundial de alimentos y recursos naturales, junto con una economía cada vez más globalizada, ha creado un mercado internacional en expansión para los productos agrícolas. Este crecimiento produce un incremento del área de deforestación. La evidencia disponible indica que entre 2001 y 2015, se perdieron 1,6 millones de kilómetros de bosque en los trópicos (el equivalente a tres veces la superficie de España) debido a actividades humanas y que el 50% o más de esta pérdida fue impulsada por la necesidad de productos básicos. Es decir, los bosques se convirtieron en campos agrícolas, pastizales de ganado, minas para extraer minerales y metales, exploración de combustibles fósiles y urbanización.
Un estudio publicado en Journal of Life and Environmental Sciences, destaca el hecho de que los beneficios económicos para los países en los que viven primates han sido limitados en comparación con el precio que estamos pagando por la pérdida de la biodiversidad, la continua inseguridad alimentaria y la amenaza de enfermedades emergentes.
La fauna de primates del mundo, distribuida en los trópicos, África y en el Sur y Sudeste de Asia, representa un componente global importante de la biodiversidad terrestre. La presencia y las actividades de los primates contribuyen a una gran variedad de funciones ecológicas vitales para los ecosistemas naturales, incluidas las poblaciones humanas locales.
Alrededor del 60% de las especies de primates están ahora en peligro de extinción y cerca del 75% tienen poblaciones en declive como resultado de la creciente presión provocada por el ser humano. Dado que se prevé que la extracción global de recursos de productos básicos se duplicará, de 85 mil millones de toneladas actuales a 186 mil millones en el año 2050, revertir la tendencia actual requerirá una decisión a nivel mundial para evitar la desaparición de los otros primates.
Los autores del estudio sugieren una serie de medidas, incluyendo cambios en los hábitos de consumo global, la creación de un fondo internacional de mejora ambiental y asignando la responsabilidad del daño ambiental a aquellas corporaciones internacionales que controlan la producción, la exportación y las cadenas de suministro.
“Los primates y sus hábitats son un componente vital del patrimonio natural y cultural del mundo – explican los autores en el estudio –, y como nuestros parientes biológicos vivos más cercanos, los primates no humanos merecen toda nuestra atención, preocupación y apoyo para su supervivencia”.
Juan Scaliter