Cierto es que cada vez existe una variedad más amplia de tecnologías para la recuperación de miembros amputados. Pero no me negaréis que si en lugar de construir en 3D un órgano o una parte del cuerpo fuésemos capaces de hacer que creciera de nuevo de forma natural, sería incluso mejor. Este es el camino que están tomando numerosos científicos en estás últimas décadas y sus miradas están centradas en un animal concreto: la salamandra mexicana conocida como ajolote.
Durante cerca de 150 años, son muchos quienes han tratado de descifrar cómo funciona su físico y de qué manera consigue recuperarse de una herida en pocas semanas reconstruyendo partes de su cuerpo. Los ajolotes son capaces de regenerar músculos, huesos e incluso nervios tras una lesión grave. Además, el nuevo miembro se convierte en el sustituto perfecto del que se perdió. Pero no queda ahí la cosa, también es capaz de reparar una médula ósea dañada o incluso tejido de la retina, lo que hace que los científicos vean en estos anfibios, una fuente increíble de conocimiento. Hasta hace un par de años, las instrucciones para entender el funcionamiento de este proceso era prácticamente imposibles de leer, pero ya a comienzos de 2018, la investigadora Elly Tanaka, del Instituto de Patología Molecular de Viena, decidió dar un paso que nadie había dado jamás.
A pesar de que Tanaka y todo su equipo había logrado ya descubrir algunas de las células y moléculas que controlaban el proceso de regeneración del ajolote, necesitaban datos sobre su genética para poder rellenar los huevos vacíos de esta investigación. Así que se lanzaron a la piscina y procedieron a secuenciar su genoma, algo que nadie había conseguido jamás debido a su complejidad: y es que cuenta con 32.000 millones de pares de bases, lo que le convierte en el animal con mayor genoma del mundo. Finalmente, se sirvieron de la plataforma PacBio para conseguirlo, ya que es capaz de secuenciar una amplia región de genoma con solo una lectura. Aún así, fueron necesarias 72.5 millones de lecturas y un software personalizado para conseguirlo: «Ya tenemos el mapa en nuestras manos para investigar cómo de complicadas pueden ser las estructuras que conllevan, por ejemplo, el desarrollo de una nueva pierna», dijo en su momento Tanaka. Desde que se consiguieron estos primeros resultados en 2018, su secuencia ha estado disponible públicamente para que otros científicos puedan usarla. Y los investigadores no han parado de estudiar al animal…
Entre ellos, están dos científicos, que acaban de anunciar que han logrado, por su cuenta y riesgo, ensamblar el genoma del ajolote. Se trata de Randal Voss, profesor del Centro de Investigación de Lesión Espinal y Lesión Cerebral de la Universidad de Kentucky; y Jeramiah Smith, profesor asociado en el Departamento de Biología. A pesar de que los esfuerzos recientes en este campo habían logrado dar con gran parte de los datos genéticos del ajolote, como ocurrió con Tanaka, era necesario ensamblar el genoma de forma correcta para realizar un análisis a gran escala de la estructura y del genoma, algo clave para desentrañar los mecanismos que dotan de poderes mágicos a los ajolotes: «Hace solo unos años, nadie pensaba que fuera posible ensamblar un genoma de 30 GB, pero ahora hemos demostrado que es posible usar un método rentable y accesible, que abre la posibilidad de secuenciar de forma rutinaria a otros animales con genomas grandes», apunta Smith.
Con esta información en la mano, ahora tienen acceso a una información de su genética mucho más precisa y ya pueden estudiar de qué manera son capaces estos anfibios de regenerar sus cuerpos y quién sabe, «que algún día se pueda trasladar esta información a la terapia humana, con posibles aplicaciones en lesiones de la médula espinal, accidentes cerebrovasculares…», apuntan los investigadores.
Fuente: Science Daily
Alberto Pascual García