Fabricar combustible a partir de dióxido de carbono, bacterias y luz solar ya es posible, según se desprende de los trabajos llevados a cabo por un equipo de bioquímicos dirigido por Larry Wackett, de la Universidad de Minnessota, Estados Unidos. Los trabajos se han centrado en utilizar una proteína para transformar los ácidos grasos producidos por bacterias en cetonas. Estos compuestos pueden transformarse en hidrocarburos y utilizarse como combustibles. Cuando arden se vuelve a generar dióxido de carbono o CO2. El ciclo se hace así inagotable.
Además de conseguir carburante a partir de las cetonas, también es posible hacerlo gracias a los azúcares. En este caso, los investigadores de Minessota logran fijar el CO2 mediante la bacteria Synechococcus y es otra bacteria, la Shewanella, la que convierte esos azúcares en hidrocarburos.
De llevarse a la producción industrial, este avance abre las puertas al debilitamiento del efecto invernadero, ya que, según un grupo de expertos de la ONU, el dióxido de carbono y el metano son los principales responsables del calentamiento global.
Cuestionado por algunos especialistas de la comunidad científica, el cambio climático y el fin de la era del petróleo está determinando que muchos centros de investigación lleven a cabo diferentes estudios para encontrar fuentes de energía alternativas.
Marta García Fernández