Este profesor de Economía y Gobierno en la London School of Economics (Reino Unido) es el autor del llamado Informe Stern, un trabajo que analiza desde el punto de vista económico las consecuencias y los costes del cambio climático en el planeta. Su principal aportación es la idea de que resulta mucho más caro no hacer nada para paliar sus efectos que trabajar para intentar evitarlos. Ha recibido el premio Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático 2010.
¿Cree que aún estamos a tiempo de evitar que las consecuencias de el cambio climático resulten catastróficas?
Cada vez nos queda menos tiempo. Pero, si intervenimos con fuerza durante esta década, al menos nos daremos a nosotros mismo un 50% de oportunidades de mantener el aumento de temperaturas en 2ºC más que en el siglo XIX -los científicos han cifrado en 2ºC la frontera límite antes de que el cambio sea peligroso. También deberíamos darnos cuenta de que los cambios necesarios resultan muy atractivos por razones que van más allá de reducir los riesgos del cambio climático, ya que contribuirán a un mundo más sano, con una energía más segura y con mayor biodiversidad y también a que desarrollemos más rápidamente tecnologías con bajas emisiones de carbono.
¿Cuáles son ahora mismo las medidas más urgentes?
Frenar la deforestación, buscar y poner en práctica las muchas las muchas oportunidades que ofrece el ámbito de la eficiencia energética, desarrollar fuentes de energía renovables, construir redes de distribución más inteligentes, más eficientes y más flexibles y, por fin, establecer rápidamente la posibilidad de capturar y almacenar carbono a gran escala.
¿Es posible que la crisis económica frene o ralentice los cambios necesarios para mitigar el cambio climático? De ser así ¿sería esto un error?
La crisis económica ha llevado a algunos países, como Corea y China, a apresurarse en su avance hacia una economía de bajas emisiones de carbonos, porque se han dado cuenta de la importancia de recurrir a una desaceleración del crecimiento, para establecer los cimientos de un crecimiento real y sostenible en el futuro. Por otro lado, algunos de los países ricos parecen haberse despistado, se están dejando ir la auténtica oportunidad, porque el momento de invertir en hacer las cosas de otra forma es cuando los recursos no escasean.
Hay gente que teme que los cambios necesarios para reducir las emisiones en los países ricos contribuyan a disminuir su competitividad. ¿Cree que sus temores están justificados?
No, es justo al revés. Si no se realizan los cambios ahora, nossaldrá mucho más caro hacerlo después deprisa y corriendo y, mientras tanto, existe el riesgo de perder el tren de los avances tecnológicos y de quedar excluidos de mercados de países que están apostando más fuerte para reducir las emisiones. Deberíamos darnos cuenta de que una gran parte de los países en desarrollo ya avanzan en esa dirección.
¿Basta con llevar a cabo reformas estructurales o también debemos cambiar nuestro estilo de vida personal? ¿Cree que las medidas necesarias en ambos ámbitos también podrían tener un efecto positivo en otros aspectos de nuestra vida?
La clave está en romper el vínculo del consumo con la producción, por un lado, y con las emisiones, por otro. Esto implica ser mucho más eficiente, buscar oportunidades para reducir las emisiones de carbono y frenar la deforestación. Pero no tiene por qué llevarnos a frenar el crecimiento, ni el aumento en las condiciones de vida. De hecho, aumentar las condiciones de vida en los países en desarrollo es un elemento fundamental de la batalla para vencer a la pobreza.
A medida que cambiamos la forma de hacer las cosas, iremos viendo que nuestra vida es más limpia, más tranquila, más biodiversa, más saludable en general y más agradable. Y por el camino seremos testigos de una enorme creatividad e innovación y de grandes descubrimientos.
Pilar Gil Villar