A medida que envejecemos, la probabilidad de morir aumenta año tras año. Pero los estudios en múltiples especies, incluidos en humanos, han sugerido que, llegados a cierto punto de envejecimiento, la mencionada tasa disminuye e incluso se estabiliza. Se han desarrollado explicaciones biológicas para dicha desaceleración de la mortalidad en el final de la vida, pero las mismas son controvertidas. La otra explicación es que todo se trata de un error estadístico.

De acuerdo con un nuevo informe publicado en PLOS Biology, por Saul Newman, el error humano y no la biología, explica en gran medida la aparente disminución de la mortalidad. El resultado arroja dudas sobre la hipótesis de que la longevidad humana puede extenderse mucho más allá de los límites actuales.

En el nuevo informe, Newman muestra que una variedad de errores, individuales y combinados, tienen el efecto de producir una disminución de la mortalidad aparente al final de la vida y pueden explicar en gran medida las tendencias observadas. Las categorías de error incluyen el muestreo demográfico, registros de nacimiento y defunción, informes de edad y otros.

Por ejemplo, los errores aleatorios en la notificación de la edad dentro de una población darán como resultado que algunos individuos más jóvenes sean registrados erróneamente como mayores y viceversa. A medida que esta población envejece, los individuos mayores registrados erróneamente como más jóvenes, morirán antes de lo esperado, pero aquellos que se registren erróneamente como mayores morirán más tarde, enriqueciendo el grupo de individuos muy viejos y eludiendo la curva de mortalidad.

Newman descubrió que una tasa de error tan baja como una de cada diez mil sería suficiente para producir las disminuciones observadas en la aparente mortalidad relacionada con la edad. Además, pudo demostrar que una mejora en la calidad de los datos en estudios de grandes poblaciones se correspondía con una reducción en la desaceleración de la mortalidad en el final de la vida.

«Estos hallazgos sugieren que las mesetas de mortalidad humana tardía son en gran parte, si no completamente, procesos de error – concluye Newman –. El hallazgo tiene importantes consecuencias para comprender la longevidad humana, ya que las predicciones de que la vida útil puede aumentar considerablemente han dependido en parte de las aparentes desaceleraciones y mesetas informadas anteriormente en la literatura biológica y demográfica.

La sorpresa, sin embargo, llegó por otro lado. Newman observó que, al menos una especie (la mosca de la fruta), sí existe una meseta de mortalidad en la vida tardía que no parece deberse a un error, y puede requerir una explicación biológica. “La discriminación entre los casos reales requerirá un cuidadoso análisis caso por caso, y constituirá un desafío continuo en el estudio del envejecimiento”, concluye Newman.

Juan Scaliter