Por primera vez, un grupo de científicos, liderados por Josef Penninger, han logrado crecer vasos sanguíneos humanos perfectos como organoides, en una placa de Petri. Un organoide es una estructura tridimensional desarrollada a partir de células madre que imita a un órgano y se puede usar para estudiar aspectos de ese órgano en una placa de Petri.

La tecnología que ha permitido este logro ha sido publicada en un nuevo estudio en Nature y constituye un avance en la investigación de enfermedades vasculares como la diabetes, identificando una vía clave para prevenir potencialmente cambios en los vasos sanguíneos, una de las principales causas de muerte y morbilidad entre las personas con diabetes.

«Ser capaces de construir vasos sanguíneos humanos como organoides a partir de células madre es un cambio de paradigma – señala Penninger en un comunicado –. Cada órgano en nuestro cuerpo está vinculado con el sistema circulatorio. Esto podría potencialmente permitir a los investigadores desentrañar las causas y los tratamientos para una variedad de enfermedades vasculares, como la enfermedad de Alzheimer, enfermedades cardiovasculares, problemas de curación de heridas, accidentes cerebrovasculares, cáncer y, por supuesto, diabetes”.

Cuando los investigadores trasplantaron los organoides de los vasos sanguíneos a ratones, descubrieron que se convirtieron en vasos sanguíneos humanos perfectamente funcionales, incluidas las arterias y los capilares. El descubrimiento demuestra que es posible no solo diseñar organoides de vasos sanguíneos a partir de células madre humanas, sino también cultivar un sistema vascular humano funcional en otra especie.

«Lo que es tan emocionante de nuestro trabajo es que tuvimos éxito en hacer vasos sanguíneos humanos verdaderos a partir de células madre – concluye Reiner Wimmer, coautor del estudio –. Nuestros organoides se parecen a los capilares humanos en gran medida, incluso a nivel molecular, y ahora podemos utilizarlos para estudiar enfermedades de los vasos sanguíneos directamente en tejidos humanos”.

Juan Scaliter