Unos 2.000 años atrás, en Thasos, una de las islas griegas en el mar Egeo, murió un hombre. Sus restos fueron hallados por un equipo liderado por Anagnostis Agelarakis. Se trataba de un hombre alto para la época (1,7 metros) y tenía al menos 50 años de edad cuando murió. Las huellas que los músculos dejaron en los huesos, permitieron a los científicos determinar que se trataba también de un hombre musculoso.

Hasta aquí, información que no tiene mucho de extraordinaria. Lo que sorprendió al equipo de Agelarakis fue la causa de la muerte: un círculo perfecto en el esternón. “Se trataba de una lesión muy rara – explica Agelarakis –. En mis 40 años de investigación, nunca encontré algo así. La forma en la que penetró el objeto traza un ángulo exacto de 90º contra el esternón”.

Para descubrir qué había ocurrido exactamente Agelarakis lanzó varias armas de la época a una réplica del hueso, pero estas no producían un círculo perfecto debido a la parábola que realizaban cuando eran lanzadas. Tampoco habría sido atacado a corta distancia, porque se hubiera estremecido al ser golpeado, algo que hubiera hecho que la lesión fuera diferente. La conclusión, publicada en Access Archaeology, señala que el hombre probablemente estaba inmovilizado, ya sea de pie contra una pared, arrodillado con las manos atadas a la espalda o acostado boca arriba en el suelo, antes que el arma penetrara en su pecho. Una lesión como esa habría causado un paro cardíaco, matando al hombre en menos de 1 minuto. Evidentemente se trató de una ejecución, aunque

No está claro por qué el hombre fue ejecutado, pero probablemente fue durante un período de agitación política. El análisis dental confirma esta teoría ya que muestra que “poco antes de la muerte, su dieta empeoró, lo que sugiere que estuvo preso o cautivo en sus últimos días”, concluye Agelarakis.

Juan Scaliter