Los científicos aseguran en su artículo que tras el accidente de Chernobil se informó de aberraciones fenotípicas* en animales y un aumento en la incidencia de cáncer de tiroides y linfáticos en humanos, como también de un aumento en la incidencia del cáncer en los supervivientes de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Pero dicen igualmente que hay poca información sobre las consecuencias de la exposición a dosis bajas de radiación en animales, incluyendo los seres humanos, una radiación como la que se liberó en el área de Fukushima tras el accidente que siguió al terremoto y el tsunami del pasado año.

Para comenzar a llenar esa laguna, ellos eligieron investigar lo que le había sucedido tras aquel accidente a una especie de mariposa muy abundante en Japón, la Zizzeria Maha, conocida también como mariposa azul. Los investigadores explican en su artículo que la mariposa azul actúa muy bien como bioindicador porque el patrón cromático de sus alas es muy sensible a los cambios ambientales. Además, como ocurre con la mayoría de los insectos, su corto ciclo de vida -en este caso de aproximadamente un mes- facilita mucho cualquier tipo de investigación.

Un laboratorio lejos de la central nuclear
Los autores del artículo pertenecen a la Universidad de Ryukyus que está en la isla de Okinawa, a 1.750 kilómetros de la central de Fukushima y donde la radiación era prácticamente indetectable, según afirma también el artículo. Este dato es importante porque el trabajo se hizo en el campus de la universidad, es decir, en un lugar en el que ya no había radiación que pudiera afectar directamente a las siguientes generaciones.

Los investigadores recolectaron una primera muestra de individuos en mayo de 2011, dos meses después del accidente, en los alrededores de la central nuclear. La mayoría de las mariposas que recogieron esa primera vez tenía un comportamiento y una apariencia normales, aunque detectaron anomalías morfológicas en el 12% de los individuos recogidos y trasladados hasta Okinawa. Una vez en el laboratorio, los científicos produjeron nuevas generaciones de mariposas.**

Llegan los hijos, empiezan los problemas
Lo primero que detectaron es que la primera de esas generaciones tenía más anomalías morfológicas que las que habían tenido sus padres. En concreto se detectaron aberraciones en el 18,3% de los individuos. Y no solo eso, nacieron mariposas con alteraciones morfológicas graves tanto de padres que sí habían tenido esas alteraciones como de los que carecían de cualquier anormalidad visible. Ese resultado indica, según los científicos que la radiación «dañó los genes implicados en el desarrollo morfológico en la línea germinal de los padres».

Cuando un mes después nació la segunda generación, las alteraciones morfológicas eran aún mayores, un 35% de los individuos tenían alguna anormalidad.
Para estar seguros de que sus resultados eran correctos y que lo que estaba afectada era la línea germinal, es decir aquella que se trasmite a las siguientes generaciones, los investigadores hicieron otra prueba más. En septiembre de 2011, seis meses después del accidente, volvieron a la zona de Fukushima a recoger nuevas mariposas. Se trataba de comprobar si lo que ellos habían observado en su laboratorio, que las siguientes generaciones estaban aún más afectadas que las que vivieron en el momento del accidente, estaba sucediendo también en la naturaleza. Y lo que comprobaron es que efectivamente era así. La tasa de anormalidad que registraron en los individuos que recogieron en ese momento era del 28,3%.

Y los problemas siguieron creciendo con las nuevas generaciones. En la primera generación que nació en Okinawa de las mariposas recogidas en septiembre la tasa de anormalidades alcanzó al 59,1% de los descendientes.

¿Eso les puede estar ocurriendo al resto de los animales?
La primera pregunta que surge al leer el artículo es, obviamente, si eso les ha ocurrido solo a las mariposas azules o el resto de los animales de la zona estará sufriendo alteraciones igual de graves. La respuesta de uno de los firmantes del artículo es muy clara: «Sí, creo que algo similar les puede estar ocurriendo a otras especies. Aunque como la resistencia a la radiación varía entre unas especies y otras son necesarios más estudios para saberlo», decía a Science Friday Joji Otaki, uno de los autores del trabajo y profesor de biología en la Universidad de Ryuukyus.

La misma opinión defienden otros expertos, como José Luis Viejo, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, quien asegura que no hay nada en las mariposas que las haga más sensibles a la radiación que otros animales. «Los lepidópteros deben ser más o menos igual de sensibles a la radiación que cualquier otro insecto u organismo», explica el profesor Viejo. Pero también añade una particularidad de las mariposas que las hace adecuadas para este tipo de investigaciones: «Los efectos sobre los individuos o las poblaciones pueden ser más fáciles de detectar porque las mariposas son mejor conocidas desde el punto de vista taxonómico que otros insectos. Y además son más sencillas de apreciar en ellas las manifestaciones fenotípicas».

El artículo de los investigadores japoneses ha sido recibido con mucho interés en la comunidad científica porque, como explica Julio Herrera, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad Autónoma de México, «A diferencia del caso de Chernobil, espero que en el de Fukushima veamos más estudios cuidadosos de este tipo. No recuerdo que entonces se hiciera nada parecido con insectos pero es que, en general, no hubo observaciones metódicas como se han hecho en este artículo deNature. Espero también que se publiquen estudios semejantes sobre las especies marinas cercanas a la planta de Fukushima».

* Fenotipo es la «manifestación visible del genotipo en un determinado ambiente», según el diccionario de la RAE [ http://lema.rae.es/drae/?val=radionucl%C3%A9idos ]. Es decir, es el aspecto visible que depende del genoma, por ejemplo, el azul de los ojos depende de que uno tenga una combinación genética que predisponga a esa coloración del iris

** Es importante tener en cuenta que en ningún momento los investigadores aportan datos sobre la tasa de mutaciones o aberraciones fenotípicas entre las mariposas de la zona antes del accidente. Una zona donde parecería razonable hallar efectos derivados de una radiactividad constante más elevada que en las zonas que los científicos usan como control -alejadas del accidente y de, no lo mencionan, otras centrales nucleares similares-.

Redacción QUO