El verano de 1992 fue un año personal y profesionalmente decisivo para Juan Luis Arsuaga “Estábamos en la Sima de los Huesos de los yacimientos de Atapuerca y descubrimos tres cráneos de 400.000 años de antigüedad que se convirtieron en muy poco tiempo en leyenda. Fue el primer gran descubrimiento de Atapuerca y lo que hizo que el proyecto continuara con éxito”, explica.
P. ¿Para qué sirven esos hallazgos?
R. Son útiles porque se desarrollan técnicas que luego se pueden aplicar a otros campos, como ocurre con cualquier investigación básica. Además, el ser humano tiene la necesidad de hacerse preguntas acerca de cuál es su historia y el porqué de su presencia en el planeta. No hay alternativa ni posibilidad de ignorarlo. Se puede dar una respuesta a esa pregunta inevitable desde la superstición o la ciencia. Por lo tanto se parte de una necesidad ineludible. Ese es básicamente el motor fundamental de la Paleontología. Lo que nos proporciona el conocimiento de nuestra historia es la identidad, saber quiénes somos. Y nadie puede vivir sin identidad.
P. Está bien saber quiénes somos, pero ¿quiénes vamos a ser?
R. Lo que sabemos es que lo que pase está en nuestras manos. El destino, el futuro, no es una cosa inevitable sobre la que no tenemos ningún control. Somos libres para determinarlo. Las demás especies no tienen ese privilegio. Nosotros podemos decidir lo que queremos ser.
P. Hacia donde va la humanidad desde el punto de vista biológico.
R. De forma natural, en los próximos miles de años, no se van a producir cambios apreciables. Ahora bien, tenemos la capacidad de modificar nuestro genoma y eso nos abre la posibilidad a cambiar la especie como lo hacemos con las plantas cultivadas o los animales. Podremos crear seres nuevos, pero espero que no ocurra. No puedo decir lo qué pasará en el futuro porque no está escrito. La ciencia no es la que toma la decisión. Siempre ha habido guerras y exclusión y matanzas y machismo y sufrimiento y desigualdad y… Lo que sí tenemos que intentar es que no suceda.
P. ¿Y hacia dónde vamos desde el punto de vista medioambiental?
R. Tenemos un serio conflicto en el planeta. Es previsible que aumenten los problemas con los recursos naturales como el agua, la energía… No sé si vamos a hacer algo para evitarlo, pero creo que es mejor no hacer conjeturas porque si pensamos que todo será mejor en el futuro y que viviremos en un mundo feliz, no haremos nada. Y si decidimos que tenderemos hacia la catástrofe, tampoco.
P. ¿Qué expectativa de vida tiene la humanidad?
R. La falta de recursos energéticos no acabará con la humanidad, pero sí producirá desigualdades en cuanto al acceso a recursos. Y esas situaciones, generalmente, se convierten en conflicto. Así que lo que se nos avecina a corto plazo son problemas con el reparto de los recursos. Y para eso la Biología no tiene la respuesta. Yo no estoy de acuerdo en convertir a los científicos en los nuevos sacerdotes. Nosotros lo que hacemos es generar conocimiento y punto. No tomanos decisiones por el resto de la sociedad, no somos los que diseñamos las civilizaciones.
P. Quizá la solución a esa previsible escasez de recursos pase por el control de natalidad.
El crecimiento demográfico es muy irregular. Es obvio que una situación que prolongue la tendencia actual llevará a la superpoblación en grandes regiones y aumentará el problema. Es una amenaza y se debería controlar democráticamente, claro. El científico puede alertar sobre ello y hacerlo también en relación a los recursos, pero no es el que tiene que dirigir la sociedad y organizarla.
P. Volviendo al pasado, hace pocas semanas que usted y su equipo secuenciaron el genoma mitocondrial casi completo de un fémur de 400.000 años de antigüedad. ¿Qué le lleva a investigar una pieza concreta y no otra, a intuir que el ADN no está absolutamente degradado?
Cuando empezamos las excavaciones en Atapuerca no existían los estudios de ADN en fósil. Ni siquiera se pensaba que presenciaríamos el descriframiento del genoma de seres humanos vivos. Al principio los resultados eran muy modestos, pero fueron mejorando. La Sima de los Huesos, que es de donde se ha obtenido este ADN, tiene una antigüedad que va más allá de lo que los técnicas de secuenciación permitían descifrar. Lo que pasa es que este lugar es tan especial en cuanto a las condiciones de conservación que si en algún sitio era posible que se obtuviera algún dato era ese. Ya lo habíamos detectado con unas investigaciones sobre osos que llevamos a cabo. Pero de un segmento de 35 pares de bases a un genoma de casi 16.000, que es lo que hemos publicado, hay una abismo. Si al final lo hemos logrado es porque desde 2006 hasta ahora la técnica ha avanzado mucho. Nos ha permitido realizar esta hazaña tecnológica consistente en recuperar y ensamblar fragmentos muy pequeños y reconstruir un genoma mitocondrial entero.
P. Algunas técnicas con polimerasa pueden acelerar los procesos de duplicación del ADN. ¿Es este una de las sistemas que usted utiliza cuanto tiene poco material de análisis?
El ADN antiguo humano tiene dos graves problemas. Uno es la degradación y otro es la contaminación por humanos modernos que enmascara lo que puede haber de antiguo. En lo que se ha avanzado no es tanto en la recuperación de los segmentos pequeñitos sino en su identificación de cuáles son los originales y cuáles los contaminados. Eso se hace mediante una serie de procesos químicos, pero también en función de la longitud de esos fragmentos. Para este estudio se han seleccionado solo los más pequeños y se han descartado los grandes por el riesgo de contaminación. La enorme masa de información se ha procesado con técnicas bioinformáticas, una herramienta de primer orden en este tipo de análisis.
P. En Granada hay restos anteriores a los de Atapuerca…
La importancia de un yacimiento no se mide por la antiguedad de los hallazgos, sino por su importancia. Las pinturas de Altamira, con sus 14.000 años, son tan relevantes como los fósiles africanos que tienen cinco o seis millones de años. En los temas históricos no hay un periodo más importante que otro. Cada uno tiene su particularidad y Atapuerca es el mayor conjunto de yacimientos en cuanto a fósiles humanos del mundo. Su transcendencia se debe a su riqueza, a la información que proporciona debido a la cantidad de fósiles humanos que ofrece. Eso es lo que le da el valor. Luego también está su riqueza natural, su patrimonio, la labor de la inmersión del equipo científico, con investigadores de muchísimos sitios que exploran diferentes líneas de trabajo, de investigación… Eso produce también una gran variedad y cantidad de resultados. El mérito de Atapuerca es ser un proyecto muy integrador, al que se han sumado muchos investigadores de España y de fuera. Todo eso le da la transcendencia que tiene.
P. ¿Cómo se detecta un yacimiento?
Es un trabajo científico y por tanto no se diferencia de cualquier otra investigación. ¿Cómo se llega a un descubrimiento? Uno parte de la intuición, de los indicios y a partir de ahí comienza el trabajo. Si los resultados que se obtienen son estimulantes, se sigue profundizando en esa línea. El método vale lo mismo para un biólogo molecular que estudie una enzima que para cualquier otro área. Siempre hay un componente de intuición educada, formada. Pero también es importante hacerse las buenas preguntas. No se trata simplemente de investigar a ver qué sale, sino de saber qué cuestiones plantearse. Cuando todo esto se hace, los resultados son buenos.
En el caso de un yacimiento, es igual. Uno empieza con unos datos preliminares, incipientes, y puede llegar a la conclusión de que eso es prometedor. Entonces se invierte más esfuerzo. Si son muchos los que piensan que esa excavación tiene potencial, uno se va creciendo. Pero no hay una fórmula mágica. Un proceso de investigación es igual en todas las partes de la ciencia.
P. Supongo que los indicios geológicos son los más importantes a la hora de detectar un yacimiento
Sí, claro. Primero vemos la naturaleza geológica del depósito. Eso es importante porque condiciona su potencialidad. Y luego el contenido, cuánto tiempo abarcan. Los micromamíferos, por ejemplo, dan pistas acerca de la antigüedad. Se mira si la cueva estaba abierta al exterior y si los humanos podían entrar o no. Se valora todo eso y se decide en qué lugares merece la pena continuar y en cuáles no.
P. Usted sigue dando clases en la Universidad. ¿Qué ha cambiado desde que empezó a hacerlo?
Es difícil responder porque uno siempre tiene la deformación de los años. El tiempo transforma los recuerdos. Yo me esfuerzo por amaestrar ese efecto inevitable porque uno va pensando que antes todo era mejor. Los griegos de Aristófanes ya decían que la juventud actual no era como la anterior. Cuando leí que a ellos ya les pasaba, llegué a la conclusión de que no hay grandes diferencias de actitud. Ha variado el país, el acceso a la información. Han cambiado las circunstancias. En cuanto al interés social por la Paleontología, quiero pensar que estos temas están más presentes que antes en la sociedad. Esa inquietud es previsible que se traslade a los universitarios. También en los medios de comunicación hay más presencia de las noticias relacionadas con la ciencia y supongo que eso será determinante en la información que tengan los alumnos al llegar a clase.
P. Dentro de unos días comienza el Mundial de Fútbol ¿Cuándo comenzó el ser humano a jugar?
El juego forma parte del aprendizaje de todos los mamíferos. Y si se les da una pelota, también. Se inventan sus propios entretenimientos, son imaginativos en el sentido de que simulan peleas o cazas, inventan situaciones que no son reales pero que pueden llegar a serlo en su vida adulta.
Lo que caracteriza al ser humano es que sigue jugando de mayor. Somos una especie infantil. Lo que pasa es que a esa capacidad le hemos dado un valor identitario y grupal y esas connotaciones tienen mucho que ver con la mente simbólica y la aparición del lenguaje. Podemos imaginar que hace 40.000 años ya había juego de competición.
P.¿Qué pasaría si La Roja tuviera que enfrentarse a un equipo formado por hombres de Neanderthal?
El fútbol es un deporte colectivo. Tiene mucho de asociación, de colaboración. Yo creo que nosotros seríamos mejores que los Neanderthales. Ellos eran muy fuertes, anchos y no eran particularmente altos. No sería el deporte en el que más destacarían. Yo los veo más en el rugby. En una actividad como esa nos superarían. En una de habilidad, nosotros somos mejores.
P. La palabra Atapuerca proporciona 467.000 resultados en Google y la Selección Española de Fútbol, 5.540.000…
¡No está nada mal! El deporte es sano y como espectador es divertido y compatible con leer a Shakespeare o a Cervantes. No hay que elegir. Nuestro país no tiene mucha tradición científica. Venimos de una sociedad que tenía un gran porcentaje de analfabetos hasta hace poco tiempo. Lo que tenemos que hacer es educar para el placer, para el deleite de la música clásica, la ciencia, el conocimiento y la literatura, para que tenga más oportunidades de disfrutar en la vida. El nivel de la ciencia en cualquier país va de la mano de otras actividades. Por ejemplo, del número de orquestas o de conservatorios de ballet. Todo eso suele avanzar al mismo ritmo. Sociedades más cultas son más sensibles, avanzan en el conocimiento científico, en la divulgación, en el ensayo, en la música, en la pintura, visitan más los museos. No se puede pretender que un pueblo se interese por la ciencia si no se interesa por la música.
Marta García Fernández