¿Qué aprendió de su maestro Severo Ochoa?
Aparte de la Biología Molecular, que luego pude desarrollar y enseñar en España, su rigor experimental, su dedicación y su entusiasmo por la investigación.

¿Son estas las principales cualidades que debe tener un científico?
Un investigador también debe ser muy paciente porque la mayoría de las veces no se obtienen los resultados que se desearían. Hay que perserverar, pero también tener la vista y el conocimiento para no empeñarse en temas que no salen. Es necesario saber cambiar a tiempo y tener mucho entusiasmo para soslayar los problemas derivados de resultados negativos Y, bueno, hay que tener una cierta imaginación para poder diseñar experimentos, pensar en proyectos… aunque también hay que controlarla y tener mucho rigor experimental. Todo esto es muy importante para que los resultados sean fidedignos y no artefactos de una investigación. Si no se llevan los controles adecuados puede llegarse a conclusiones erróneas.

¿Vamos hacia una medicina personalizada en función del perfil genético de cada uno?
Sí, cada vez cuesta menos en términos económicos y de tiempo secuenciar el genoma completo. Lo que antes valía miles o millones de euros, ahora se consigue por mil y en pocos días. Es una técnica que será muy asequible, incluso a nivel de hospital. Y si se puede ver el perfil genético de una persona se le pueden administrar los fármacos que mejor le vayan. Por ejemplo, a un enfermo puede mejorarle una terapia para una enfermedad y a otro no. ¿Por qué? Porque cada uno tiene diferentes cambios de nucleótidos en su genoma. Quizá falte mucho para hacer un perfil genético de las personas, pero en determinados tipos de cánceres ya se pueden analizar las mutaciones de manera que, en función de cuales sean, aplicar un tratamiento u otro.

Eso puede suponer que haya una impresionante proliferación de medicamentos.
No. La medicina personalizada no significa que cada individuo vaya a tener un fármaco propio. Quiere decir que habrá grupos de personas a los que se les aplicará un tratamiento u otro en función de sus características genéticas. Los nuevos medicamentos se producirán a medida que se vayan conociendo las mutaciones que se originan en determinadas enfermedades.

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Haciendo investigación básica usted llega a la ADN polimerasa, una enzima que realiza la replicación del ADN. ¿Qué camino recorre hasta convertir este descubrimiento en una patente práctica?
Después de haber publicado nuestro primer trabajo sobre el tema en 1984, vimos que la polimerasa era capaz de amplificar el ADN a partir de cantidades pequeñas, que podía hacer millones de copias para su análisis. En 1989 patentamos la ADN polimerasa. La licencia de explotación la tuvo una empresa americana. En el año 2001 salió el primer kit para amplificar un ADN circular y en 2003 otro para el ADN genómico lineal (reciben el nombre en función de la forma que adoptan), que es el que se utiliza fundamentalmente en hospitales, en medicina forense, arqueología, etc. La patente expiró en 2009, pero hasta entonces proporcionó excelentes royalties.

¿Llegará un día en que sepamos de qué vamos a morir y cuándo?
Yo creo que es muy difícil responder a esa pregunta. Por supuesto, si uno tiene una patología muy concreta lo más probable es que se muera debido a ella. Pero en las personas que no tienen enfermedades graves concretas es muy difícil saber lo que va a pasar.

Las células madre pueden contribuir a mejorar nuestra calidad de vida y nuestra longevidad.
Se está trabajando mucho con células pluripotentes IPS. Su particularidad está en que, mediante una serie de proteínas, producen células madre que después se pueden diferenciar en distintos tejidos. Tienen la ventaja de evitar el uso de embriones humanos, –que siempre generan muchas reticencias de tipo moral– y de resolver el problema de la inmunidad, ya que las genera tu propio organismo.

Quizá sea un poco ilusorio buscar la inmortalidad
Se trata de curar enfermedades que puedan alargar nuestra esperanza de vida con buena calidad. En algunos casos todavía se está lejos de esa realidad, pero por eso se está investigando para que haya resultados prácticos cuanto antes.

¿Debe la ciencia tener límites éticos?
Somos los propios investigadores los que ponemos límites. Sabemos qué cosas se pueden hacer y cuáles no. Valga el ejemplo de los años 70, cuando se empezó con todo el tema de la ingeniería genética. Los científicos que empezaron a experimentar se dieron cuenta de que había peligros potenciales. Entonces detuvieron sus trabajos y convocaron una gran reunión, que recibió el nombre de Conferencia Asilomar, en la costa oeste de Estados Unidos. Allí acudieron biólogos, sociólogos, médicos, periodistas, abogados… y se pusieron límites a qué tipo de experimentos se podían llevar a cabo. Es decir, se crearon barreras de contención y se respetaron a rajatabla. A medida que pasó el tiempo se vio que ciertas normas eran demasiado restrictivas, que había experimentos que no entrañaban ningún peligro. Poco a poco se fueron relajando las normas en aquellos casos que no revestían peligro.

Usted lleva años en el mundo de la investigación. ¿Qué haría si ahora tuviera a su disposición un presupuesto abultado, si dispusiera de los 700 millones de euros en los que está valorada la Selección Española de Fútbol?
¡Uf! ¡700 millones de euros dan para muchas investigaciones! Ahora estamos muy necesitados. Hay muchos científicos que están haciendo muy buenas investigaciones y se han quedado sin recursos económicos. Los pagos de los proyectos se retrasan, también la convocatoria de los nuevos. 700 millones serían una maravilla. Lo primero que haría con ese dinero es que los profesionales que están haciendo una buena investigación recibiesen ayuda. Es importante apoyar a los superexcelentes, pero también a los que sin tener ese grado de excelencia son muy buenos. En facultades de provincia los recursos son escasos. Y, sin embargo, surge gente muy válida. En España se forman muy buenos doctores que, valga la expresión, se los rifan en el extranjero. Muchos salen a hacer una fase postdoctoral y no pueden volver por falta de puestos de trabajo. Sería bueno que toda esta gente pudiera regresar. ¡700 millones darían para mucho!

Quizá se consiguiera ese dinero si la ciencia levantara tantas pasiones como el fútbol.
No creo que nunca se vayan a emocionar como con el fútbol, pero bueno, hay que intentarlo. ¿Cómo? Divulgando. Desde hace años soy consciente de que hay que transmitir la ciencia de modo asequible y riguroso. Yo me dedico también a dar conferencias para explicar los últimos avances, la medicina personalizada, las células madre, lo que ha supuesto el conocimiento de la secuencia del genoma humano para diagnosticar, prevenir y curar enfermedades. Todo esto es importante que la sociedad lo conozca para que se ilusione.

¿Hay una predisposición genética para el fútbol?
La hay, pero también se necesita trabajo, entrenamiento, como en todo. Yo siempre digo “Me gusta el arte, pero no tengo cualidades genéticas para ser artista. Nunca lo sería por mucho que me entrenara”.

Marta García Fernández