El mito del doble, o del doppelgänger, es un clásico en nuestra cultura. Numerosas leyendas y relatos de ficción hablan de personajes que, en un momento determinado, tropezaron con otras personas que eran relamente idénticos a ellos. Y continuamente estamos viendo casos de personajes famosos fotografiados junto a fans con los que les une un parecido más que razonable. Pero, ¿realmente todos tenemos un doble? ¿Es posible que en algún lugar del mundo exista otra persona que se parezca a nosotros com o dos gotas de agua?
Tal y como explica Michael Sheeham, biólogo de la Universidad de Cornell, en principio nuesta especie tiene a la diferenciación entre los individuos. «Para los seres humanos es mucho más ventajoso saber distinguir a una persona de otra», relata el experto, «por eso, genéticamente tendemos a la diversidad en nuestra apariencia». Sheeham explica que el número de genes involucrados en la configuración de un rostro es muy superior al que determina el desarrollo de cualquier otra parte de nuestra anatomía. «Hay genes involucrados en el tamaño y la forma del rostro, otros en el color de los ojos, otros para el pelo… Y el hecho de que haya muchos más genes que determinen cómo será nuestra apariencia facial que los que influyen, por ejemplo, en cómo será la mano o las piernas, es una prueba de que nuestra especie tiende a la diversidad».
Pero, tal y como el propio investigador reconoce: «Aunque sean muchos, esa cantidad de genes involucrados en nuestra apariencia física es limitada. Eso quiere decir que aunque haya muchísimas combinaciones posibles, al final conforme aumenta la población se llega al punto en que alguna acaba repitiéndose».
Y esa probabilidad aumenta cuánto más se parecen los genes de dos personas. «Por eso, nuestros parientes sa parecen a nosotros más que al resto de la gente. Y siempre será más fácil encontrar similitudes físicas en tre dos personas de orígen asiático que entre un coreano y un noruego», afirma.
Sheeham explica además que, pese a la globailización, nuestros genes se han vuelto menos viajeros que antaño. «Antiguamente las poblaciones se desplazaban más, y eso favoreció la diversidad genética pero, en los últimos siglos, tendemos a a emparejarnos y reproducirnos con personas de un entorno relativamente cercano, casi siempre de nuestro mismo país, y eso reduce la variedad genética, aumentando las probabilidades de que surgan más personas físicamente parecidas».
¿Y qué ocurre con esas personas que se parecen de forma asombrosa sin que sean miembros de una misma familia? «No hay nada misterioso en ello. Son gente que seguramente está unida por un parentesco lejano, aunque ellos no lo sepan».
Así que ya saben, si se encuentran de bruces con un desconocido que se les parece, con toda probabilidad será un primo lejano suyo.
De cualquier forma no dejen de ver esta galería de fotos de gente tan parecida como si fueran gemelos aunque sin ser parientes (o al menos no losaben).
Redacción QUO