La mayoría de las especies de gusanos Pristionchus cuentan entre sus filas con machos y hembras, pero en varias especies las hembras han desarrollado la capacidad de producir y usar su propio esperma para la reproducción. Esos son los que más les interesan a un grupo de científicos del Instituto Max Planck de Biología del Desarrollo en Tubinga, Alemania. Allí descubrieron que estos hermafroditas tienen una vida más corta, a menudo la mitad que sus parientes hembras.
La interacción entre machos y hembras afecta a muchos procesos biológicos, incluyendo la evolución de rasgos importantes, como la esperanza de vida y la tasa de envejecimiento. Si bien la mayoría de los vertebrados, y todas las especies de mamíferos basan la reproducción en este “formato”, muchos otros emplean arreglos alternativos. Ralf Sommer y Cameron Weadick del Instituto Max Planck buscan descubrir las consecuencias evolutivas de tales diferencias. Mediante la comparación de las especies que utilizan diferentes sistemas de apareamiento en nematodos, es posible ver cuán importante es el papel de la interacción sexual en la evolución del ciclo vital.
Los investigadores midieron la vida adulta en las hembras y de los especímenes hermafroditas de once especies diferentes de nematodos Pristionchus y descubrieron que estos últimos viven significativamente menos. Hay varias posibles razones para esas diferencias. Por un lado, los hermafroditas comienzan a reproducirse más temprano en la vida, ya que producen los espermatozoides antes de la edad adulta, pero las hembras tienen que invertir tiempo para encontrar machos para aparearse. Otra razón tendría que ver con los costes de apareamiento: los machos pueden dañar las hembras durante la cópula y es posible que las hembras tengan una constitución especialmente fuerte con el fin de tolerar esto. Por último, la disminución de la esperanza de vida en los hermafroditas puede ser una consecuencia de la endogamia, lo cual puede dificultar la selección natural y conducir a la acumulación de mutaciones perjudiciales. Estos mecanismos no son mutuamente excluyentes, y un desafío clave para el trabajo futuro será determinar las contribuciones relativas de cada proceso. Los resultados han sido publicados en The American Naturalist.
“Queremos investigar la relación entre la esperanza de vida y el sistema de apareamiento – explica Weadick – . Nuestros resultados establecen las bases para futuros estudios sobre la genética y la esperanza de vida”. Hasta ahora, la relación entre la autofecundación y la esperanza de vida solo se había investigado en plantas. La comparación con otras especies podría ayudar a la identificación de genes asociados con la evolución de la vida.

Juan Scaliter