Sol normalmente se queda quieto. A su alrededor gira el que hace de Tierra, rotando sobre sí mismo hasta que se marea. Siempre hay quien hace de Marte y ya nadie quiere ser Plutón, pequeño y privado de su condición de planeta desde 2006. Este corro infantil suele ser la primera aproximación de muchos de nosotros a la idea de la importancia que el Sol tiene sobre nuestras vidas. Pero en rigor, el niño que hace el papel de Sol no debería quedarse quieto, sino hacer un movimiento de traslación alrededor del centro de la galaxia, a una velocidad de 216 km/segundo, lo que exige 230 millones de años para completar una órbita. Y también tendría que girar sobre su propio eje, una rotación que dura cerca de 25 días.
En el tercer puesto del corro, el niño Tierra pedalea a su rebufo, atrapado por su potente tirón gravitacional. Pero por más que sea heliocéntrico, el protagonista del juego tampoco puede presumir demasiado, porque el Sol, una enana amarilla, es una estrella sin demasiado caché. Y a pesar de eso, nos afecta mucho más de lo que ninguna madre de las que nos untan con cremas ni ningún astrólogo imaginó jamás. No es una influencia esotérica, sino real y medible. En los últimos años, los centros de investigación han iniciado proyectos para conocer qué le sucede en cada momento a la estrella, por lo que pueda pasar.
Redacción QUO