Karina Venegas Gutiérrez es una de las responsables del cuidado del recinto de las cebras y los hipopótamos en el Zoo de Lima, Perú. Mientras hacía su ronda habitual encontró un hallazgo que nada tenía que ver con las habituales deposiciones de los animales o los restos de comida, huesos momificados. Cuando comenzaron las excavaciones, el hallazgo se magnificó: se desenterraron 126 esqueletos humanos, 128 de perros y una gran variedad de vasijas y artefactos.

Venegas Gutiérrez, una arqueóloga que trabaja en este zoo, comenzó a colaborar con otros expertos en el campo para comprender a qué se debía este inusual descubrimiento. La mayoría de los cuerpos humanos, hombre y mujeres entre los 20 y los 40 años, presentaban lesiones en extremidades, cráneos o costillas que presumiblemente les habrían provocado la muerte. En cambio los perros no mostraban ningún signo de violencia. Los expertos especulan que podrían haber sido ahogados. Para muchas culturas precolombinas, estos animales acompañaban a los muertos a la próxima vida. De hecho, los cuerpos de los animales (desde pequeños como bulldogs hasta grandes como pastores alemanes) estaban muy cerca del de los humanos y presentaban una postura como si estuvieran dormidos y envueltos en los mismos tejidos utilizados para enterrar a sus amos. Algunos de los perros aún tenían piel y pelo.
Utilizando las vasijas como referencias temporales, los científicos han determinado que serían del siglo XI, lo que coincide con ciertos eventos locales. En aquellos tiempos esta región de Perú estaba habitada por la cultura Lima, pescadores pacíficos que construían templos y espacios comunales con adobe. Pero alrededor del año 1000, la cultura Ychsma habría invadido la zona, destruido sus edificios y usado los ladrillos de adobe para sus propias construcciones. Este violento encuentro habría provocado las heridas mortales en los hombres y mujeres enterrados y los perros, muy similares a los que todavía se encuentran en la región, habrían sido sacrificios rituales.

Juan Scaliter