El Cullinan, el Constellation, el mítico Koh-i-Noor y el recientemente descubierto Lesedi La Rona. Todos ellos diamantes de enormes proporciones que representaban una quimera para los expertos: debido a su gran valor y al hecho de que rara vez contienen inclusiones que puedan arrojar luz sobre su origen geológico, los científicos no podían estudiarlos por dentro para descubrir lo que escondían. Al menos así fue hasta ahora.
Evan Smith, experto del Instituto Gemológico de América (GIA por sus siglas en inglés) ha estudiado miles de gemas con pequeñas astillas de hierro incrustadas, enviadas diariamente al GIA para su clasificación. Entre ellas, 30 piedras de gran tamaño. Las inclusiones metálicas en las gemas más grandes estaban rodeadas por gases reductores (los que ceden electrones), proporcionando evidencia directa de que se forman a una profundidad mucho mayor, entre 360 y 750 km, que los diamantes más pequeños (entre 150 y 200 km). Este resultado es importante para entender cómo las sustancias volátiles como el carbono podrían circular por el interior de la Tierra a lo largo del tiempo.
Las inclusiones metálicas son una mezcla solidificada de hierro, níquel, carbono y azufre, que también contiene trazas de metano e hidrógeno líquido. El carbono puro se cristalizó en esta mezcla de metal líquido en el manto profundo de la Tierra para formar diamantes. En ciertas ocasiones, pequeñas gotas de aquel líquido quedaban atrapadas dentro de los diamantes. Algunos las pierden debido a al corte y al pulido, lo que impide su estudio, pero aumenta su valor.
«Este nuevo hallazgo – explica Smith en un comunicado – resuelve uno de los principales enigmas en el estudio de la formación de diamantes: cómo se forman los más grandes y valiosos del mundo. Experimentos y teorías anteriores señalaban que, por debajo de los 250 km de profundidad, el manto terrestre contenía pequeñas cantidades de hierro y una escasa cantidad de oxígeno. Gracias a esta investigación, tenemos evidencia física consistente y sistemática para apoyar esta idea”. El estudio ha sido publicado en la revista Science.
Juan Scaliter