De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el planeta hay más de 350 millones de personas que sufren de depresión, pero el 50% de ellos (el 90% en algunos países), no recibe ningún tratamiento.
Para intentar dar una solución a esto, un grupo de expertos en salud mental de la Universidad de Zimbabwe, el King’s College de Londres y el programa Grand Challenges de Canadá, han creado una iniciativa llamada Bancos de la Amistad en el país africano. Se trata de sencillos asientos de madera en lo que trabajadoras de salud mental, conocidas como Abuelas (con una edad promedio de 53 años), reciben entrenamiento para escuchar y apoyar a pacientes que viven con ansiedad, depresión y otros trastornos mentales comunes. Estos bancos se han establecido en 72 clínicas y hospitales de Harare, la capital y también en otras ciudades importantes como Gweru y Chitungwiza. Hasta la fecha más de 27.000 personas han recibido tratamiento gracias a este programa.

Los voluntarios fueron seleccionados mediante diferentes cuestionarios médicos frecuentemente utilizados en este área, como el Cuestionario de Síntomas Shona, el Cuestionario de Salud del paciente (PHQ) y la escala de trastorno de ansiedad generalizada (GAD). Aquellas personas con historial de consumo de sustancias adictivas, en las últimas etapas de una enfermedad terminal, que presentaban psicosis o demencia, fueron remitidas a una clínica de nivel superior en Harare.

El sistema de los bancos de amistad es sencillo. Mientras un grupo de control recibía atención estándar (evaluación de la enfermera, consejería de apoyo breve, medicación, derivación para ver a un psicólogo clínico y/o un psiquiatra y algún tipo de medicamento si era necesario), los participantes de esta iniciativa, con depresión de moderada a severa, se sentaban junto a una Abuela para hablar en sesiones semanales de 45 minutos.Las “confidentes” usaban teléfonos móviles y tabletas para vincularse con los especialistas y una plataforma en la nube para integrar todo lo que se refiere a capacitación, detección, referencia y seguimiento del proyecto. Pasadas seis semanas, los resultados, publicados en JAMA, demostraron efectos sorprendentemente positivos.

Los pacientes con depresión o ansiedad que que acudieron al Banco de la Amistad, tenían tres veces menos probabilidades de tener síntomas de depresión después de seis meses, en comparación con los pacientes que recibieron atención estándar. También eran cuatro veces menos propensos a tener síntomas de ansiedad y cinco veces menos probabilidades decaer en pensamientos suicidas. Mese después de finalizada la iniciativa, la mitad de los pacientes que recibieron el tratamiento estándar, todavía tenían síntomas de depresión. En los que visitaron los bancos de la amistad, esa cifra era del 14%.

Uno de los creadores de esta iniciativa es Dixon Chibanda, psiquiatra en Harare, en respuesta a la terrible escasez de tratamiento en Zimbabwe, un problema común en toda África. Mientras que alrededor del 25 por ciento de los pacientes de atención primaria del país sufren de depresión, ansiedad y otros trastornos mentales comunes, Zimbabwe, con 15 millones de habitantes, tiene sólo 10 psiquiatras y 15 psicólogos clínicos. “Los desórdenes mentales más frecuentes – explica Chibanda en un comunicado – imponen una enorme en todos los países del africa subsahariana. Este programa se ha desarrollado a lo largo de 20 años de investigación y permite a las personas alcanzar un estado en el que se sienten en control de su vida gracias a que se les enseña cómo identificar sus problemas y a encontrar soluciones viables”.

«En los países en desarrollo – explica por su parte Peter A. Singer, director de Grand Challenges –, casi el 90% de las personas con trastornos mentales no pueden acceder a ningún tratamiento. Necesitamos innovaciones como los bancos de la amistad para cambiar la brecha y pasar del 10% de las personas que reciben tratamiento al 90%».
En 2017, el equipo se centrará en ampliar el modelo para llegar a otras poblaciones vulnerables, incluyendo jóvenes y refugiados.

Juan Scaliter