Ya iba siendo hora que los científicos se pusieran las pilas maldita sea. Vale, es cierto que maldecir, execrar, blasfemar y renegar con palabras malsonantes no está bien. Es verdad que más de una madre recurrirá al jabón para lavarnos la boca sucia, pero ahora, los malhablados tenemos una razón: somos más honestos. Al menos así lo afirma un estudio internacional liderado por Gilad Feldman, del Departamento de Trabajo y Psicología de la Universidad de Maastricht (Holanda).
De acuerdo con las conclusiones del artículo, publicado en Psychological and Personality Science,:»los hallazgos consistentes a través de nuestros estudios, sugieren que existe una relación positiva entre profanidad y honestidad y que la misma es no solo individual sino también se aplica a la sociedad”.
Feldman, dirigió un equipo de investigación internacional cuyo objetivo era resolver un conflicto en las ciencias sociales: los insultos y la honestidad. Si bien es cierto que blasfemar está mal visto y las personas que lo hacen pueden ser más propensas a romper otras normas sociales (lo que ha llevado a asociar esta conducta con la ligereza moral), maldecir también se vincula a la autenticidad en ciertas situaciones, como han demostrado estudios anteriores.
Para resolver este debate, los investigadores primero estudiaron el nivel de profanidad de 276 personas, pidiéndoles que hicieran una lista de sus palabras favoritas y a qué emociones las vinculaban (ira, vergüenza o ansiedad). Luego, se preguntó a estos individuos acerca de su honestidad, usando una versión del Cuestionario de Personalidad de Eysenck. En él se determina que aquellos que hacen afirmaciones, como que siempre hacen lo que dicen, son en verdad mentirosos.
A continuación, se analizaron cerca de 70.000 interacciones en redes sociales entre participantes internacionales, evaluando la presencia de blasfemias en las actualizaciones de estado frente a otras mediciones de la honestidad en línea, como la frecuencia de uso de palabras como «yo» o «mi» que se han asociado en estudios previos con la falta de franqueza.“Los resultados – señalan los autores en el estudio – mostraron que los insultos y la honestidad están significativamente vinculadas, lo que indica que aquellos que utilizaron más tacos en sus perfiles de Facebook o Twitter, fueron más honestos en sus actualizaciones de estado”.
Dicho esto, también advierten que esto no quiere decir que una persona con una cloaca en sus cuerdas vocales, sea alguien confiable. El estudio no medía la ética de las personas, sino que se limitó a la «creación consciente de un falso sentido de la realidad»
Juan Scaliter
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