Existen recomendaciones médicas sobre cuánto y qué debemos comer. La frecuencia y hasta la procedencia más adecuada de cada alimento. También se habla del momento más adecuado para cada nutriente y persona. Pero, ¿qué pasa con la postura? ¿Cuál es la más recomendable?
Mientras no vivamos en un entorno de gravedad cero, las tres más habituales son recostado, alias “a la romana”, sentado y de pie. Todas tienen sus ventajas y desventajas.
Comer como solían hacerlo los antiguos griegos y romanos servía un propósito en aquellos tiempos de bacanales y excesos: apoyarse sobre el lado izquierdo reduce la presión sobre el antro, la parte baja del estómago. Esto, han sugerido algunos expertos, alivia la sensación de malestar propia de ocasiones pantagruélicas. Claro que es poco frecuente que esto ocurra actualmente, salvo en una boda. Y no está muy bien visto hacerlo.
Otra ventaja que tendría esta postura es que ralentiza la absorción de hidratos de carbono, algo que estudios de expertos japoneses, afirman es mejor para nuestra salud digestiva, ya que evita cambios bruscos en los niveles de insulina.
Pero siempre hay letra pequeña en el contrato de los excesos. Comer recostado aumentaría el riesgo de desarrollar la enfermedad por reflujo gastroesofágico o GERDpor sus siglas en inglés. Esta dolencia provoca que la comida salga del estómago y ascienda hacia el esófago a través del esfinge cardíaco o el esofágico. Fácilmente puede ser confundido con un ataque al corazón y las cifras señalan que cada vez más gente sufre de GERD. Más allá de provocar quemaduras mu dolorosas por el ácido estomacal, también puede contribuir a desarrollar cáncer de esófago. Por lo tanto, en este caso, aquello de “lo comido por lo servido”, no vale. Mejor masticar más lento y no excederse.
Subamos un nivel. ¿Qué ocurre al comer sentados? Estudios de Harvard señalan que permanecer mucho tiempo sentado (trabajar en una oficina, salir a comer, volver en metro y sentarse a ver la tele), todo ese tiempo sobre nuestras posaderas, contribuye a elevar las probabilidades de diabetes, enfermedades cardíacas y muerte prematura. Obviamente esto no quiere decir que comer sentado produzca diabetes, sino que abusar de la inactividad puede conducir a ello. La ventaja es que, si comemos sentados es más probable que lo hagamos menos apurados que si lo hacemos de pie y una digestión más lenta, nos hace sentir más saciados antes, reduciendo nuestro consumo de calorías. ¿Quién iba a decir que sentado se adelgaza?
Finalmente, el último contendiente es la posición vertical. Aquí el veredicto es muy reñido y principalmente porque se trata de un arma de doble filo. Por un lado, un estudio británico afirma que se gastan unas 50 calorías más comiendo de pie que sentado, algo que contribuiría a mantener la línea, pero otro apunta a que, si comemos de pie, lo hacemos rápido y tenemos la sensación de comer menos, lo que nos “autoriza”, más tarde a darnos un fiestón. Así, en el equilibrio, está la virtud.
Juan Scaliter
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