Insectos, medusas, bacterias, calamares, peces… la lista de los organismos bioluminiscentes es muy extensa y abarca cientos de especies. Y sus propósitos son igual de amplios: reclamo sexual, como cebo o para despistar a sus depredadores.
Pese a que en la mayoría de los organismos bioluminiscentes se había explicado el proceso, hasta ahora los hongos permanecían en la oscuridad. Pero un equipo liderado por Zinaida Kaskova, del Instituto de Química Bio-Orgánica de la Academia Rusia de Ciencias, ha logrado aportar una nueva luz.

En la mayoría de los casos, la bioluminiscencia ocurre cuando una molécula llamada luciferina y su pareja enzimática, la luciferasa, se combinan con oxígeno, provocando una reacción química que libera energía en forma de luz. Si bien la “pareja” luciferina-luciferasa ha sido ampliamente estudiada en insectos, bacterias y algunos animales marinos, no ocurría lo mismo con los hongos. El equipo de Kaskovadescubrió los componentes moleculares involucrados en la vía fúngica de luciferina-luciferasa, lo que conduce al descubrimiento del equivalente fúngico de la oxiluciferina mediante el análisis de extractos presente en dos especies de hongos: Neonothopanus gardneri (una seta fluorescente nativa de Brasil) y Neonothopanus Nambi (un hongo venenoso encontrado en las selvas tropicales del sur de Vietnam). Los autores sugieren que la luciferasa fúngica sería “promiscua”: es capaz de interactuar con múltiples derivados de la luciferina fúngica, dando lugar a cambios en la intensidad y color de emisión.

El estudio, publicado en Science Advances, permitirá desarrollar nuevas técnicas de análisis e imagen.

Juan Scaliter