Los chimpancés actuales son los parientes vivos más cercanos a los seres humanos en términos evolutivos. Y en este sentido hay dos importantes dilemas los que enfrentan a los expertos. Por un lado el cuándo, en qué fecha ocurrió la divergencia entre ambos. Algunos hablan de entre 13 y 10 millones de años mientras otro dicen que ocurrió hace 6,3 a 5,4 millones de años.

El otro misterio es el dónde. Hasta ahora, los investigadores han asumido que los linajes divergieron entre cinco y siete millones de años y que los primeros pre-humanos se encontraban en África. Pero una reciente investigación aporta nuevas y desafiantes pruebas.
Un equipo internacional dirigido por Madelaine Böhme y Nikolai Spassov analizó dos fósiles de Graecopithecus freybergi,un género de homínidos cuyo primer ejemplar, en realidad una mandíbula, fue descubierto en Grecia en 1944. El hallazgo fue completamente fortuito, ya que se encontró mientras se excavaba para hacer una piscina y la única forma de datarlo fue comparándolo con los restos de fauna también desenterrados: gacelas, jirafas, rinocerontes (dicerorhinus orientalis) y hasta restos de mamuts.
El segundo y último lo encontró el propio Spassov en Bulgaria.
Los hallazgos del equipo de Spassoov y Böhme, publicados en dos artículos en la revista PLOS ONE (Potential hominin affinities of Graecopithecus from the late Miocene of Europe y Messinian age and savannah environment of the possible hominin Graecopithecus from Europe), indican que la división del linaje humano se produjo en el Mediterráneo oriental y no, como se suponía, en África. El equipo analizó los dos especímenes mediante tomografía computarizada y lograron ver las estructuras internas de los fósiles, lo que les permitió demostrar que las raíces de los premolares están ampliamente fusionadas. «Mientras que los grandes monos típicamente tienen dos o tres raíces separadas y divergentes – explica Böhme en un comunicado –, las raíces de Graecopithecus convergen y se funden parcialmente, una característica propia de seres humanos modernos, de seres humanos tempranos y de varios prehumanos incluyendo Ardipithecus y Australopithecus”.

La mandíbula inferior, apodada El Graeco por los científicos, tiene características adicionales de raíces dentales, lo que sugiere que la especie Graecopithecus freybergi podría pertenecer al linaje pre-humano. “Los resultados fueron sorprendentes – afirma otro de los autores del estudio, Jochen Fuss –, ya que los prehumanos sólo eran conocidos en el África subsahariana”. Por si esto fuera poco el Graecopithecus es anterior al posible predecesor más antiguo de África, el Sahelanthropus de Chad, que vivió de seis a siete millones de años atrás. Y en varios cientos de miles de años, ya que las dataciones de ambos ejemplares de Graecopithecus obtuvo una edad casi sincrónica para ambos fósiles: 7,24 (Grecia) y 7,175 millones de años (Bulgaria).

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Diente del Graecopithecus hallado en Azmaka, Bulgaria. Crédito imagen: Wolfgang Gerber, Universidad de Tübingen

El profesor David Begun, paleoantropólogo de la Universidad de Toronto y coautor del estudio añade que “la datación nos permite ubicar la división entre humanos y chimpancés en el área mediterránea”. Y esta divergencia pudo haber sido impulsada por dramáticos cambios ambientales. Primero el equipo encabezado por Böhme confirmó que el desierto del Sahara del Norte de África se originó hace más de siete millones de años. Luego realizaron un análisis geológico de los sedimentos hallados en los dos fósiles, cuya forma color y composición (alto contenido de diferentes sales), les permitió clasificarlos como polvo del desierto. “Estos datos – explican los autores – documentan por primera vez un desierto del Sáhara hace 7,2 millones de años, cuyas tormentas del desierto transportaron polvo rojo salado a la costa norte del mar Mediterráneo”.
Finalmente, gracias a una combinación de nuevas metodologías, estudiaron fragmentos microscópicos de carbón vegetal y fitolitos (porción mineral de una planta que forma parte de una roca sedimentaria). Muchos de los fitolitos identificados derivan de las gramíneas, particularmente de aquellas que usan la vía metabólica de la fotosíntesis C4, común en las sabanas tropicales actuales. Coincidentemente, la expansión de estas gramíneas comenzó ocho millones de años atrás desde el subcontinente indio y su presencia en Europa era previamente desconocida.

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Imagen de una partícula de polvo del desierto. Crédito: Ulf Linnemann, Senckenberg Center for Human Evolution and Palaeoenvironment, University of Tübingen

«El registro de fitolitos – concluye Böhme – proporciona evidencia de sequías severas y el análisis del carbón vegetal indica incendios recurrentes. La incipiente formación de un desierto en el norte de África hace más de siete millones de años y la expansión de las sabanas en el sur de Europa pueden haber desempeñado un papel central en la división de los linajes humanos y de los chimpancés”.
Para comprender el alcance de este hallazgo, nos comunicamos con el doctor Markus Bastir, del Departamento de Paleobiología del Museo Nacional de Ciencias Naturales CSIC. Su impresión es que “a nivel general es muy importante encontrar material fósil en estas edades y afín a posibles últimos ancestros comunes chimpancés-homininos porque existe muy poca información. Desde el descubrimiento de Ardipithecus la idea de que el último ancestro común era similar a los chimpancés (lo más cercano genéticamente), se está poniendo en duda. Al ser un hallazgo fuera de África, se trata de un fósil todavía más espectacular. Solo en Chad se habían encontrado restos fósiles de edad parecida aunque, al tratarse de un cráneo (Sahelanthropus), para mi es anatómicamente más informativo.La reconstrucción paleo-ecológica del hábitat a partir de los sedimentos asociados al diente fósil es también totalmente compatible con el ecosistema en el que pueden haber vivido nuestros últimos ancestros comunes. Ojalá sigan los trabajos de campo en esta región para que puedan aparecer más fósiles de este grupo y así poder compáralos con el material existente”.

Juan Scaliter