Los expertos reconocen que las interacciones entre el cerebro y la flora bacteriana desempeñan un papel importante en la salud y el comportamiento humanos.
Ahora, un grupo de expertos de la Universidad de California, Los Ángeles ha establecido un vinculo entre determinadas bacterias en el intestino y regiones del cerebro asociadas con el estado de ánimo y el comportamiento. Sería la primera vez que se ha identifican diferencias conductuales y neurobiológicas asociadas con la composición de la microbiota intestinal en en humanos sanos.
Para este estudio, publicado en Psychosomatic Medicine: Journal of Behavioral Medicine, se convocó a cuarenta mujeres sanas que suministraron muestras fecales. Estas se analizaron y permitieron dividir a las participantes en dos grupos según la composición de bacterias intestinales: 33 tenían más de una bacteria llamada Bacteroides, las siete restantes tenían más presencia de la bacteria Prevotella. También se tomaron imágenes de resonancia magnética mientras veían fotografías de individuos, actividades o cosas que evocaban respuestas emocionales. El grupo de voluntarias que tenían más Bacteroides mostró mayor espesor de la materia gris en la corteza frontal y en la ínsula, regiones cerebrales involucradas en el procesamiento complejo de la información. También tenían hipocampos más grandes, una región implicada en el procesamiento de la memoria.
El grupo de Prevotella por el contrario, mostró más conexiones entre las regiones relacionadas a la emoción, la atención y los sentidos y un hipocampo más pequeño y menos activo si observaban imágenes negativas. También se detectaron niveles más altos de sentimientos negativos como ansiedad, angustia e irritabilidad después de mirar fotos con imágenes negativas que en el grupo Bacteroides.
Estos resultados apoyan el concepto de interacciones cerebro-intestino-microbiota en humanos sanos. Los investigadores aún no saben si las bacterias en el intestino influyen en el desarrollo del cerebro y su actividad cuando se encuentra un contenido emocional desagradable, o si las diferencias existentes en el cerebro influyen en el tipo de bacterias que residen en el intestino. Ambas posibilidades, sin embargo, podrían conducir a cambios importantes en cómo se piensa en las emociones humanas.
Juan Scaliter