El suelo es un recurso fundamental. No solo satisface las necesidades humanas vinculadas al alimento, también es esencial en lo que respecta a aire limpio y agua. Sin embargo, no es un recurso infinito. La actividad humana y los cambios en el uso de la tierra conducen a una mayor pérdida, algo que degrada el sistema de reciclaje de la naturaleza y disminuye la productividad de la tierra, impactando de modo negativo en toda la biología del planeta.
De acuerdo con un reciente estudio de la Universidad de Basilea, la Comisión Europea y el Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, casi 36.000 millones de toneladas de suelo se pierden cada año debido al agua, y la deforestación y otros cambios en el uso de la tierra.

La investigación, publicada en Nature, constituyela evaluación más precisa y extensa de la pérdida de suelo a nivel mundial hasta la fecha.
El estudio cuantifica los efectos del cambio en el uso de la tierra entre 2001 y 2012 y muestra que, cada año, durante este período, 35.900 millones de toneladas de suelo se habían desplazado debido al agua (principalmente a la lluvia). Esto es el equivalente al peso del cemento necesario para construir 250 presas como la de las Tres Gargantas, en China, la más grande del mundo.

El mayor aumento en la pérdida de suelo se produjo en África subsahariana, América del Sur y el sudeste de Asia. Esto significa que los países con economías menos desarrolladas, han experimentado las mayores tasas de erosión del suelo.
Sudamérica supera a África con un aumento estimado de la erosión del suelo de más del 10% en 2012. Esto parece ser impulsado principalmente por la deforestación y la gran expansión de las áreas de cultivo en Argentina (41.6% de su territorio dedicado a tierras de cultivo), Brasil (19.8% ), Bolivia (37.8%) y Perú (5.9%). Durante el mismo período, la erosión del suelo en África aumentó en un 8%, principalmente en los países ecuatoriales.
La buena noticia es que la erosión del suelo puede reducirse si se adoptan prácticas de conservación en la agricultura. El estudio estima que, si se aplica correctamente, las prácticas de conservación podrían ahorrar más de mil millones de toneladas de suelo por año.

Juan Scaliter