Un reciente estudio publicado en Nature revela cómo los iones atmosféricos, producidos por los rayos cósmicos que atraviesan la atmósfera, ayudan al desarrollo y la formación de los núcleos de condensación en las nubes, las semillas necesarias para formar nubes en la atmósfera. Cuando la ionización en la atmósfera cambia, la cantidad de núcleos de condensación de nubes también lo hace y afecta las propiedades de las nubes. Más núcleos de condensación de nubes significan más nubes y un clima más frío, y viceversa. Dado que las nubes son esenciales para la cantidad de energía solar que llega a la superficie de la Tierra, las implicaciones pueden ser importantes para nuestra comprensión de por qué el clima ha variado en el pasado y también para los cambios climáticos futuros.

Los núcleos de condensación en la nube pueden formarse por el crecimiento de pequeños grupos moleculares llamados aerosoles. Hasta ahora se ha supuesto que los aerosoles pequeños no se desarrollaban y se convertían en núcleos de condensación, ya que no se conocía ningún mecanismo que permitiera esto. Los nuevos resultados revelan cómo las interacciones entre iones y aerosoles pueden acelerar el crecimiento al agregar material a los pequeños aerosoles y así ayudarlos a sobrevivir para convertirse en núcleos de condensación.
El hallazgo constituye una base física a la evidencia empírica que muestra que la actividad solar juega un papel en las variaciones en el clima de la Tierra. Por ejemplo, el Período Cálido Medieval alrededor del año 1000 y el período frío en la Pequeña Edad de Hielo 1300-1900, ambos encajan con los cambios en la actividad solar.

“Finalmente tenemos la última pieza del rompecabezas que explica cómo las partículas del espacio afectan el clima en la Tierra. Nos da una idea de cómo los cambios causados por la actividad solar o por la actividad de la súper nova pueden cambiar el clima”, concluye el autor principal del estudio, Henrik Svensmark.

Juan Scaliter