Existen diversos tipos de memoria. Uno es el más evidente, el que nos hace recordar qué pasó hace dos años o quién es el presidente de Francia. Pero hay otra más sutil, a la que los especialistas dan el nombre de «engrama». Con dicho término, los científicos se refieren a una estructura neuronal responsable de ciertos recuerdos sensoriales y motores. Por ejemplo, si sufrimos un accidente de circulación contra un coche de color amarillo, es probable que cada vez que veamos un vehículo de dicho color suframos un estremecimiento. Pues bien, ese tipo de recuerdo se englobaría en los llamados «engramas».
Y, ahora, un equipo de la Universidad de California ha logrado trasplantar esos recuerdos o «engramas» de un caracol a otro. Pero, ¿cómo ha sido posible? Los investigadores defendían la tesis de que en la formación de ese tipo de recuerdos sensoriales juega un papel muy importante el ácido ribonucleico (ARN).
Por ello, entrenaron a una serie de caracoles marinos, a los que les suministraron veinte descargas eléctricas en la cola. El resultado fue que cada vez que alguien tocaba a esos moluscos, estos se contrarían durante 50 segundos. En cambio, cuando tocaban a otros que no habían recibido las descargas, solo se contraían durante un segundo.
A continuación, los investigadores trasplantaron moléculas de ARN de los caracoles que habían recibido descargas al resto, y el resultado fue que estos también comenzaron a contraerse 50 segundos. En la segunda fase del experimento, extrajeron neuronas sensoriales de otros caracoles, y les añadieron moléculas de ARN de los caracoles que habían recibido descargas eléctricas, observando que se volvían más excitables. Algo que no ocurrió cuando les aplicaban moléculas de caracoles no entrenados.
Por supuesto, es necesario realizar más experimentos, pero estos resultados parecen corroborar el importante papel que el ácido ribonucleico juega en al formación de ciertos recuerdos sensoriales.
Fuente: The Guardian.
Vicente Fernández López