Es uno de los primates más inusuales del planeta, famoso por sus ojos grandes, orejas grandes y un dedo delgado y huesudo que se usa para sondear. Se llama aye-aye o Daubentonia madagascariensis y es endémico de Madagascar.
Cuando dos aye-ayes fueron traídos por primera vez a Europa por exploradores franceses en 1780, fueron clasificados junto a los roedores y se creyó que estaban más estrechamente vinculados al género de las ardillas que a cualquier otro.
Sin embargo, a mediados del siglo XIX, el aye-aye fue identificado correctamente como un primate, pero su apariencia de ardilla a menudo se cita como un ejemplo sorprendente de convergencia evolutiva:cómo las especies no relacionadas pueden desarrollar independientemente los mismos rasgos.
Cómo desarrolló características tan inusuales el aye-aye es algo que ha fascinado a los científicos desde hace mucho tiempo.
Ahora un nuevo estudio, publicado en Biology Letters, analizó por primera vez, a qué se debe que el aye-aye, en peligro de extinción, haya desarrollado características similares a las ardillas, a pesar de estar más estrechamente relacionado con los monos, los chimpancés y los humanos.
Los expertos de la Universidad de York, liderados por Philip Cox, han utilizado escáner de alta resolución para obtener imágenes de los cráneos de ardillas y aye-aye para evaluar el nivel de convergencia en sus características físicas.
Los hallazgos sugieren que las demandas de la necesidad de producir una fuerza de mordida alta con los dos dientes frontales (en la ardilla para romper nueces y en el aye-aye para morder la corteza de los árboles para alimentarse de larvas de escarabajos) no solo ha modificado la dentadura, sino también le ha dado un cráneo y una mandíbula similares a las de una ardilla.
El estudio muestra cómo el estilo de vida y la ecología pueden tener una influencia tan fuerte en la apariencia de una especie que casi pueden anular su ascendencia.
“Los aye-ayes y las ardillas se han convertido en un ejemplo icónico de convergencia evolutiva debido a sus dientes similares – explica Cox –, pero nuestro estudio ha demostrado por primera vez que la evolución de sus cráneos y mandíbulas también ha convergido. Nuestro estudio muestra hasta qué punto las presiones funcionales, como tener que comer alimentos mecánicamente exigentes, puede alterar significativamente el esqueleto de un animal y dar lugar a especies distantes que evolucionan para parecerse mucho entre sí”.
Juan Scaliter