Los canguros gigantes no podían saltar

Tenía cara de conejo y podía pesar hasta 340 kilos (el triple que sus descendientes actuales). Así era el estenurino también conocido como canguro gigante de cara corta, uno de los antepasados de los actuales marsupiales. Ahora, Christine Janis, profesora de ecología y biología evolutiva en la Universidad de Brown (EE UU), acaba de publicar un interesante artículo en la revista PlosOne en el que afirma que estos animales prehistóricos caminaban sobre sus dos patas, en vez de saltar.
De hicieron un análisis estadístico y biomecánico riguroso de los huesos de un ejemplar de Sthenurineay otros canguros del pasado y el presente hasta llegar a esta conclusión. Y descubrieron que desde un punto de vista biomecánico, la anatomía de los estenurinos de cualquier tamaño los hacía malos saltadores. «No creo que pudieran llegar a ser tan grandes a menos que caminaran», explicó la autora del estudio.

Los investigadores encontraron además numerosas evidencias de cómo los estenurinos estaban anatómicamente mal adaptados para poder saltar. Por ejemplo, el extremo inferior de la tibia en caballos y perros tiene un reborde que se envuelve sobre la parte posterior de la articulación, proporcionando estabilidad adicional para soportar más peso en cada tobillo, lo que les permite correr y saltar. Los canguros actuales carecen de este reborde, pero los estenurinos sí lo tienen. Además, tenían las articulaciones de la cadera y de la rodilla proporcionalmente más grandes. Y los músculos de sus glúteos eran proporcionalmente mucho más grandes que la de los de otros canguros. Esos músculos les habrían permitido equilibrar el peso sobre una sola pierna a la vez, tal y como hacemos los humanos para caminar.

Recuperan la visión gracias a implantes de células madre

Un estudio realizado por investigadores del Avanced Cell Techonologies, y cuyos resultados se han publicado en la revista The Lancet, que los implantes de células madre son efectivos para recuperar la visión en calgunos casos de ceguera, sin que se obsrven efectos secundarios indeseables.

Los investigadores diseñaron un experimento para regenerar las células de la retina, y usaron como cobayas a nueve pacientes que sufrían la enfermedad der Stargardt y a otros nueve que padecían degeneración macular (ambas son las principales causas de ceguera en el mundo desarrollado, y hasta ahora no existían tratamientos eficaces para combatirlas).

Para comparar las mejorías en la visión de los pacientes, únicamente inyectaron células madre en uno de los dos ojos. Así, observaron cómo habían evolucionado unos y otros, y comprobaron que los que no habían recibido células madre no mostraron mejoras visuales similares.

Y pasados los tres años desde el trasplante, la mitad de los pacientes recuperaron parcial o totalmente la visión.

«Las células madre son capaces de convertirse en cualquier tipo de célula del cuerpo, pero su investigación implicaba riesgos, como la posible formación de tumores y el rechazo inmunológico», explicó Robert Lanza. «Riesgos que en este caso no se han materializado gracias a la naturaleza inmunoprivilegiada del ojo, que es capaz de tolerar células extrañas sin provocar una respuesta inmunitartia».

Asi es el corazón de una estrella en explosión

En junio de 2012, la nave espacial Fermi de la NASA detectó los rayos gamma procedentes de una nova llamada V959 Mon, a unos 6.500 años luz de la Tierra. Al mismo tiempo, observaciones realizadas con telescopio revelaron que las ondas de radio procedentes de la nova eran probablemente el resultado de partículas subatómicas que se mueven a casi la velocidad de la luz que interactúa con los campos magnéticos. La alta energía de emisión de rayos gamma que observaron los astrónomos también requería que estas partículas estuvieran en rápido movimiento.

Ahora, dos años después, un equipo internacional de astrónomos ha podido ver, por primera vez, en el corazón de una de esas estrellas en explosión. Según ha explicado Tim O´Brien, miembro del equipo de investigadores del Observatorio Jodrell Bank de Manchester que realizó el estudio, y cuyos resultados se han publicado en la revista Nature: «Se genera una nova cuando el gas de una estrella compañera cae sobre la superficie de una estrella enana blanca en un sistema binario. Esto desencadena una explosión termonuclear en la superficie de la estrella que bombardea el gas en el espacio a velocidades de millones de millas por hora. Cuando la estrella explota explota se vuelve muy luminosa, lo que lleva en algunos casos a la aparición de una nueva estrella en el cielo, de ahí el término nova».

Para lograr este resultados los investigadores utilizaron una técnica llamada interferometría de radio, en la que se combinan los datos de varios telescopios de radio para obtener una imagen más nítida. Así, conectando decenas de radiotelescopios que estaban separados por cientos de kilómetros, los científicos fueron capaces de obtener una visión mucho más nítida del corazón de esta estrella en explosión.

Los restos humanos más próximos a la cuna genética de la humanidad

Hasta la fecha, los restos humanos con el ADN mitocondrial más antiguo habían aparecido en Atapuerca. Pero ese record ha sido superado tras el hallazgo en Suráfrica de unos restos con un ADN mitocondrial más viejo que el de sus contemporáneos, según se informa en un artículo publicado en la revista NewScientist.

Pertenecen a un individuo (según todos los indicios, pescador) que murió más tarde que Sócrates o Aristóteles, pero cuyo ADN mitocondrial era, paradojicamente, mucho más antiguo

Todos los humanos contemporáneos tienen el mismo ADN mitocondrial, que se transmite por vía materna. Eso significa que todos los humanos provienen del mismo grupo de Homo sapiens, al que se le ha dado el nombre genérico de «Eva mitocondrial».

Pero las mitocondrias halladas en los restos del hombre descubierto en Sudáfrica son, por tanto, más viejas que las de los humanos modernos. Esto significa que pertenece a un grupo humano geneticamente desconocido hasta ahora y que, con toda, probabilidad, fue uno de los primeros en divergir de los ancestros comunes. Este hombre sería, por tanto, el ser humano más cercano a la cuna genética de la humanidad.

Laquintasaurios, dinosaurio del tamaño de un perro

Paleontólogos de la Universidad de Zúrich y del Museo de Historia Natural de Reino Unido han identificado los restos del primer dinosaurio que vivió en el territorio de la actual Venezuela. Los investigadores lo han bautizado con el nombre de Laquintasaura venezuelae, y explican que tenía un tamaño similar al de un perro pequeño y que era con toda probabilidad herbívoro, aunque ocasionalmente también pudo comer insectos, según se deduce del estudio de la curvatura de sus dientes.

Los restos de esta criatura fueron encontrados en un yacimiento conocido como La Quinta, situado en los Andes venezolanos; una zona en la que curiosamente siempre se pensó que no habían vivido estos animales prehistóricos, debido a que está rodeada de desiertos. La nueva especie descubierta pertenece a la variedad conocida como Ornithischia o “de cadera de ave”, y según todos los indicios solía vivir en grandes manadas.