La imaginación hace que nuestro cerebro funcione al revés

Siempre se ha dicho que el poder de la imaginación y la fantasía es ilimitado. Quizás la cosa no sea para tanto, pero la ciencia acaba de demostrar que al menos si tiene el de alterar el funcionamiento habitual de nuestro cerebro, tal y como acaba de demostrar una investigación realizada por Barry Van Veen, investigador de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos.

El científico escaneró la actividad cerebral de varios voluntarios mientras estaban enfrascados en el esfuerzo mental de tratar de imaginar mundos fantasiosos. Y lo que observó fue que la información circulaba desde el lóbulo parietal del cerebro al occipital, es decir, desde una región superior del cerebro, que se encarga de procesar sensaciones como frío, dolor, o alegría, a otra ifnerior, que se ocupa de procesar las imágenes.

Un resultado cuando menos llamativo, ya que lo habitual es que cuando el cerebro procesa la información del mundo real que captamos a través de los sentidos, esta circule desde el lóbulo occipital al parietal. «Parece que el funcionamiento de nuestro cerebro y el de los animales es direccional, pero que la dirección en que se mueven las señales neuronales varía dependiendo de si el estímulo que las produce procede del mundo exterior o de si se genera en el interior de nuestra mente», explica el profesor Van Veen.

Focas violadoras de pingüinos

¿Será consecuencia del calentamiento global? ¿O es que la naturaleza se ha vuelto loca? Sea como sea, y por muy disparatado que suene el titular, la noticia es cierta. Un grupo de investigadores de la Universidad de Pretoria han sido testigos en una isla de la costa surafricana de un suceso bastante llamativo: una foca macho forzó a un pingüino para tener sexo con él. Y hay que especificar que los científicos no tuvieron ocasión de poder comprobar cuál era el sexo del ejemplar «violado».

Como ya hemos dicho, el suceso es llamativo, pero no tan insólito como puede parecer en un principio, ya que este es el cuarto incidente similar del que se tiene constancia desde el año 2006, cuando se observó por primera vez un encuentro sexual entre dos ejemplares de dichas especies.En los cuatro incidentes el proceso fue bastante similar: la foca persiguó al pingüino y lo montó una vez lo hubo atrapado. La cópula duró siempre alrededor de cinco minutos, y hay que señalar que en tres de los casos el pinguino sobrevivó a los asaltos, pero en el cuarto acabó siendo devorado por la foca una vez que esta se había desfogado.

¿Cuál puede ser la causa? Pues lo cierto es que los investigadores están completamente desconcertados, y tan solo se atreven a aventurar como posibilidad que las focas violadoras sean ejemplares aún muy jóvenes que todavía no han aprendido a distinguir a las hembras.

La lengua materna no se olvida nunca

Hay cosas que no se olvidan nunca. Y la lengua materna parecer ser una de ellas. Así lo demuestra una investigación realizada por Sinc Lara Pierce, investigadora del departamento de Psicología de la Universidad McGill (Canadá), y cuyos resultados se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Dicho estudio ha corroborado que la exposición temprana a un idioma, provoca que se formen en el cerebro representaciones de los estímulos sonoros que componen el lenguaje, y que dichas representaciones neuronales persisten en el cerebro, incluso aunque esa lengua no haya vuelto a escucharse durante años.

Para llegar a esta conclusión la investigadora realizó un experimento en el que escaneó la actividad cerebral de tres grupos de niños: el primero formado por pequeños nacidos en China pero adoptados por familias francesas, y que llevaban años sin escuchar su lengua materna; el segundo, por críos que hablaban tanto chino como francés, y el tercero por niños que solo conocían el francés. Y el resultado fue que al escuchar hablar en chino, los niños del primer y segundo grupo mostraban una intensa actividad en el hemisferio izquierdo del cerebro, vinculado a la capacidad para descifrar una lengua. En cambio, los del tercer grupo solo la mostraban en el derecho, relacionado con la capacidad para interpretar los sonidos.

Las conclusiones que se extran de este estudio son dos. La primera, que los niños del tercer grupo, que no sabían hablar chino, no identificaban las palabras en este idioma como un lenguaje. Y la segunda, que los chavales del primer grupo, a pesar de llevar años sin escuchar su lengua materna, su cerebro conservaba la capacidad de identificarla. «Esto significa que las representaciones neuronales de los sonidos de un lenguaje persisten en el cerebro a lo largo del tiempo, incluso si el lenguaje no se ha escuchado o usado durante años», explicó la autora del estudio.

¿Tu edad termina en 9? Entonces correrás un maratón

Nuestra vida es como si fuera una serie de televisión. Con sus temporadas, divida cada una en diez capítulos, numerados del cero al nueve… Bueno, al menos así es como nosotros vemos nuestra propia vida según las conclusiones de un estudio realizado por los psicólogos estadounidenses Adam Alter y Herb Hershfield, y cuyos resultados se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Según los investigadores, cada vez que cumplimos una edad acabada en nueve (19, 29, 39, 49…), tenemos la sensación de estar cerrando una de esas temporadas, de completar un ciclo y a punto de comenzar otro. Y observaron que en ese momento nos planteamos afrontar nuevos retos, hacer cosas diferentes. Por ejemplo, Alder y Hershfeld comprobaron que el 48,9% de las personas que corrían por primera vez una maratón lo hacían precisamente al celebrar un cumpleaños acabado en 9. Y no solo eso, resulta que además los corren mejor. Porque el estudio también demuestra que el 37% de esos debutantes cuya edad acaba en dicho dígito hacen de media mejores marcas que corredores con otras edades más dispersas. «Es porque se toman más ens erio su entrenamiento», explica el profesor Elder. «Y eso se debe precisamente, a que afrontan la carrera como un reto personal en el que buscan el impulso para afrontar una nueva etapa vital, una nueva década».

Y la cosa no se limita a calzarse las zapatillas y salir a correr. Los investigadores también comprobaron que las personas en esa situación son más propensas a vivir aventuras sentimentales al margen de sus parejas habituales, e incluso de cometer suicidio. «Es el efecto psicológico de las fechas redondas», prosigue Elder. «Igual que se celebra de forma especial cada cambio de siglo, el ser humano afronta el cambio de década como el final de una etapa».

Una proteína que potencia ( o anula) la memoria

¿Será posible en un futuro manipular a la carta las posibilidades de nuestra memoria? Bueno, tal vez nunca lleguemos a conseguir algo tan preciso, pero la ciencia acaba de avanzar un paso más en esa dirección. Porque un equipo de investigadores del Departamento de Neurología y Neurocirugía de la Universidad McGill, dirigido por el neurólogo Keith Murai, acaban de descubrir que la presencia de una proteína llamada FXR1P tiene el efecto de anular la producción de neuronas necesarias para almacenar nuevos recuerdos.

Según este estudio, cuyos resultados se han publicado en la revista Cell reports, cuando dicha proteína fue eliminada de forma selectiva en ciertas partes del cerebro de los cobayas, se crearon nuevos moléculas que fortalecieron las conexiones entre las neuronas relacionadas con la memoria y aumentaba su capacidad para almacenar información.

«Si podemos identificar los compuestos que controlan la FXR1P, para reducirla o directamente eliminarla, sería posible poder ajustar la formación de memoria y la capacidad para la recuperación de información, mejorando así la calidad de vida de las personas que sufren de algunas enfermedades cerebrales», explicó Keith Murai.