Hacia el mediodía del 15 de septiembre (horario peninsular) perderemos el contacto con la sonda Cassini. La nave de la NASA encontrará su final en un estallido programado desde Tierra contra las nubes de Saturno. Hasta el último minuto continuará tomando las imágenes más cercanas del planeta y sus anillos y enviándonos datos sobre su campo magnético o su gravedad. Será el último y arriesgado esfuerzo tras casi 20 años explorando el segundo mayor planeta del Sistema Solar y sus más de 60 lunas.

La misión, nombrada en honor al astrónomo genovés Giovanni Cassini –que descubrió cuantro lunas y una división de los anillos saturnianos– estaba prevista para cuatro años, pero fue extendida dos veces. Entre sus contribuciones más valiosas se cuentan los descubrimientos de dos de los entornos más propensos a la vida que hemos descubierto fuera de la Tierra: los mares subterráneos de Encélado y el satélite Titán.

Aún así, su servicio no terminará con su precipitado descenso. La información aún por descifrar nos dará para décadas de nuevas sorpresas sobre el planeta anillado.

Mares, ríos, lluvia ¿cómo los nuestros?

En 2009, Cassini soltaba sobre Titán, la mayor luna de Saturno, su único pasajero: el módulo europeo Huygens. Colgado de un paracaídas, aprovechó el descenso para enviarnos imágenes e información de un mundo insospechado.

En un profundo azul marino, metano y etano, que aquí conocemos solo como gas, formaban mares, ríos y grandes chaparrones de lluvia. La atmósfera estaba compuesta por nitrógeno y otros elementos químicos característicos de los ambientes que favorecen la vida.

Titán ascendía así a los primeros puestos de interés para buscar organismos extraterrestres.

© NASA/JPL-Caltech/ASI/USGS.

Rompedores de anillos

Los anillos de Saturno presentan huecos de diversos tamaños. Algunos están provocados por satélites, pero con esta misión divisamos fragmentos sólidos más pequeños que deshilachan la amalgama de hielo, polvo y rocas de esas famosas circunferencias.

Se los conoce como «propulsores» y a algunos se les ha atribuido de manera informal el nombre de aviadores famosos, como el de la estadounidense Amelia Earhart. 

© NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute.

Misterios rojizos

Con solo 1.022 kilómetros de diámetro, la pequeña y helada Tetis no prometía demasiadas sorpresas.

Hasta que las cámaras de la misión descubrieron en su superficie amarillenta unos misteriosos arcos rojos (similares a los trazos de un graffittero) cuyo origen no se ha descrifrado hasta hoy.

© NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute/ Lunar and Planetary Institute

Géiseres hacia el cielo

Encélado ha resultado ser una de las grandes joyas de la misión. Su aspecto blanco, surcado por grietas de un celeste verdoso, palideció ante el fenómeno de grandes emisiones de vapor que se alzaban continuas sobre su superficie.

Cassini tomó pruebas de ellas y parecen brotar de un océano subterráneo de agua helada con actividad hidrotermal. Sus ingredientes responden a la receta básica de la vida. Nos falta descubrir si en algún momento ha llegado a cocinarse.

© NASA/JPL-Caltech

 

¿Dónde está el anillo?

El segundo satélite saturniano en tamaño ha destacado precisamente por lo que no tiene. El anillo que creíamos haber divisado a su alrededor ha resultado no existir.

En compensación, nos ha regalado una interesante atmósfera de oxígeno alrededor de su superficie, con cráteres de hasta 40 km de diámetro.

En esta imagen (de color falso) se aprecian las diferencias de composición entre sus hemisferios.

© NASA/JPL/SSI.

 

Una tormenta de seis lados

La primera sorpresa para Cassini, recién llegado a la órbita de Saturno en 2004. En su polo norte, las nubes presentaban una curiosa forma hexagonal que dio origen a todo tipo de especulaciones terrestres sobre una posible fabricación artificial de tal fenómeno.

Hasta que algunos investigadores aclararon que era obra de las fuertes corrientes atmosféricas y descartaron cualquier conspiranoia alienígena.

 

La gran marca blanca

La distancia entre Dione y Saturno es prácticamente la misma que entre la Tierra y la Luna. Pero presenta un rostro notablemente más rasgado por cráteres y grietas cuyo origen no hemos llegado a esclarecer aún.

Al acercarse a ella, Cassini detectó una corriente de partículas que podrían surgir de un océano subterráneo, por lo que se la ha asemejado a Encélado. Además, fotografió con detalle rugosidades detectadas por Voyager 20 años antes. Sus imágenes las han identificado como acantilados helados, provocados por movimientos tectónicos. Algunos alcanzan los cientos de kilómetros de longitud.

 

La gran esponja espacial

La peculiar textura de Hiperion fue captada con un detalle sin precedentes por Cassini en 2005. Gracias a esta imagen, sabemos que, en el fondo de sus cráteres sin cuento, se acumula una sustancia negruzca.

Los datos recogidos por la nave podrían ayudarnos a explicarla, y a saber si la escasa densidad del satélite responde a una gran profusión de cavernas en su interior.

© NASA / JPL / SSI / Gordan Ugarkovic

Así nace una luna

Un minúsculo granito al borde de los anillos. La imagen puede no resultar espectacular, pero el fenómeno que retrata entusiasmó a los científicos. Cassini pilló in fraganti la formación de una minúscula luna en 2013. Una pista importante sobre cómo surgieron los más de 150 cuerpos que orbitan Saturno.

El investigador al frente del descubrimiento la llamó Peggy en honor a su suegra y seguramente se disgustaría al saber dos años más tarde que el choque con algún otro corpúsculo la había dañado ostensiblemente.

 

 

 

Casi como la Estrella de la Muerte

El gran cráter de impacto de Mimas tiene cierto parecido con la zona achatada de la Estrella de la Muerte de Star Wars. Su diámetro es de 130 km, con paredes que superan los 5 km de altura.

La menor de las lunas principales de Saturno está formada únicamente por agua helada y los datos de Cassini nos han proporcionado información sobre su superficie totalmente agujereada.

© NASA / JPL-Caltech / Space Science Institute

No todo es redondo ahí fuera

La pequeña Atlas orbita en el extremo exterior del anillo de Saturno más próximo al planeta. el A. La descubrió en 1980 la misión Voyager 1 y Cassini se aproximó a ella hasta los 11.000 km de distancia.

Sus observaciones desterraron la creencia de que esta luna era responsable de la forma del anillo A y nos contaron que esa prominencia circular de su ecuador está recubierta por una sustancia esponjosa y aparentemente suave.

© NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

El ravioli espacial

La típica pasta rellena italiana sirvió de inmediato como metáfora para explicar la curiosa forma del satélite Pan.

A diferencia del «volante» de Atlas, Cassini comprobó que el de esta luna está formado por material rocoso, duro y agrietado.

© NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

La última mirada

Durante el descenso a la atmósfera de Saturno, Cassini tomará ininterrumpidamente imágenes de su entorno. Esta ha sido su última mirada a Titán, antes de sumergirse en la amalgama de anillos.

La imagen, aún sin tratar, fue tomada el 13 de septiembre y recibida en la NASA en la madrugada del 15, pocas horas antes del silencio final.

© NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute