La nube de ceniza del volcán Eyjafjallajökull sigue causando estragos en las comunicaciones aéreas del norte y centro de Europa. Los principales aeropuertos han tenido que cesar sus actividades, lo que afecta las conexiones con otros continentes.

Según los expertos, la situación de riesgo no ha concluido, y podría alargarse los próximos días e incluso meses. Por un lado, el volcán podría seguir eyectando ceniza durante más tiempo, algo que es muy difícil de predecir. Por otro lado, un anticiclón situado al sur de Islandia y una borrasca profunda en Laponia forman un pasillo que favorece la circulación de vientos del noroeste, según el meteorólogo Marcos Amores. Joan Martí, investigador del Instituto Jaume Almera (IJA-CSIC) de Barcelona y secretario general de Asociación Internacional de Vulcanología recuerda que la última gran erupción del Etna cerró durante varios meses el aeropuerto de la vecina Catania.

Por si fuera poco, los expertos temen que otro volcán cercano, el Katla, sufra una erupción, ya que en el pasado ha registrado actividad al mismo tiempo que el volcán Eyjafjallajokull.

La decisión de paralizar la actividad aérea no se ha tomado a la ligera. Los aviones no pueden detectar la llegada de la nube de ceniza de un volcán, cuando no es muy densa. En este caso la procedente de Islandia es visible en su zona central, pero no en sus aledaños. En caso de entrar en contacto con un avión, las consecuencias pueden ser letales. Las cenizas lijan en aparato, incluido los cristales de la cabina, que se queda sin visibilidad. Su carácter abrasivo puede parar los motores. Y como absorben fácilmente el agua, también pueden causar cortocircuitos. Al entrar en el sistema de ventilación, el intenso olor a azufre perturba a la tripulación y pasajeros.

Las cenizas no sólo afectan a los aviones. Al contener partículas y gases nocivos, dañan el sistema respiratorio, la piel y los ojos. Los niños y las personas con alergias y problemas en dichas partes del cuerpo son los más afectados. El humo del volcán también puede provocar problemas de lluvia ácida, e incluso bajar las temperaturas al hacer de pantalla para los rayos solares.

Redacción QUO