Repensar, más que reciclar. Es decir, qué puede hacer una cáscara de fruta por ti, y no qué puedes tú hacer por una cáscara de fruta, que es el concepto primitivo del reciclaje. O sea, repensaje más bien.

Eso es lo que están haciendo varios grupos de investigadores en todo el mundo, empezando por España. Al habla con el Instituto Nacional del Carbón (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), en Oviedo, la investigadora Teresa Álvarez Centeno nos cuenta cómo el carbón activado procedente de restos de piel y pulpa de manzana puede convertirse en supercondensadores que servirán pronto para almacenar de modo más eficiente la energía que moverá coches eléctricos y molinos de viento, por poner dos ejemplos tangibles.

No es el típico proyecto de aprovechar la biomasa para extraer etanol como combustible. Ese tipo de carbón es un material poroso muy absorbente que la industria ya usaba para los filtros de los cigarrillos, las plantillas de los zapatos y los filtros de las campanas de cocina. “Pero ahora empiezan a utilizarse en estas aplicaciones energéticas”, añade la investigadora.

¿Y qué es un supercondensador? “Las baterías que conocemos almacenan mucha energía, pero tardan mucho en suministrarla, así que no sirven para surtir a una red eléctrica en un pico de consumo”, explica por teléfono. Y un condensador tiene la virtud contraria: toma y entrega la electricidad muy deprisa, pero no almacena mucha cantidad.

La solución son los llamados supercondensadores, que tienen mucha capacidad y mucha potencia. En los coches eléctricos, por ejemplo, van a servir para reutilizar energía: si frenas, desperdicias la inercia que llevabas, así que este dispositivo la guarda y la libera cuando vuelva a hacer falta; así, se ahorra pedir “más madera” a la batería del motor.

Sidra para celebrarlo

Con todo ello, el grupo de trabajo de Álvarez, el de Procesos Energéticos y Reducción de Emisiones, cumple su objetivo de reutilizar las toneladas de restos de manzana de la industria de la sidra, porque el ganado ya no logra comerse todo el excedente, y deshacerse de basura (de fábricas o doméstica) cuesta mucho dinero a los agricultores, fabricantes y ayuntamientos.

El problema es grande, apunta: “Tirar la piel y la pulpa de una manzana al vertedero no supone nada, pero los lagares de toda Asturias desechan toneladas de restos de esta fruta, que, al fermentarse, produce gases”, señala entre muchos otros efectos contaminantes (mira al final de este reportaje cuánto tardan en degradarse varios desechos). Lo mejor es que esta segunda vida en forma de carbón activado puede dársele también a huesos de cereza, cáscara de coco, cáscara de avellana, de nuez, y pieles de arroz y de trigo.

Otra idea ingeniosa es la que tuvo la química Milena Boniolo, Premio Jóvenes Científicos de Brasil 2006, partiendo de un hecho sangrante: en su país, con 42,6 millones de pobres, se tira a la basura cada año entre un 20 y un 40% de los más de seis millones de toneladas de plátanos que se producen. Sin más. Y eso sin contar las toneladas de cáscaras de los que sí se comen. Boniolo nos cuenta por correo electrónico que logró rizar el rizo al unir ese despilfarro con un problema nacional, el del agua contaminada: ideó cómo depurarla con una simple cáscara de plátano.

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Cambio uranio por banana

Muchos fertilizantes agrícolas tienen uranio y otros metales radiotóxicos que se filtran a los ríos. Pero esta brasileña ha descubierto que la cáscara de plátano es capaz de absorber esos contaminantes por un proceso barato, fácil y limpio: la llamada biosorción, que captura el 65% de esos metales contaminantes. El mecanismo es fácil y químicamente conocido, solo que utilizando algo inesperado: la cáscara de plátano seca y molida.

Esta tiene una carga negativa, y el uranio positiva; así que el plátano lo atrae y lo atrapa en su estructura de celulosa. Después, separa el agua de la mezcla de polvo de piel de plátano con los metales (disorción). Lo bueno es que, a su vez –y aunque no es parte de su experimento–, es posible separar de nuevo el uranio y los restos de fruta para reutilizar ambos. Algo parecido comenzó a ensayarse en 1999con mondas de naranja en la Universidad Musulmana de Aligarh (India), pero esta vez para extraer y reutilizar el níquel del agua.

Contra el cáncer, el asma…
Las depuraciones evitan enfermedades, pero cuando estas surgen, también hay remedios en la frutería. En la Escuela de Farmacia de Leicester (Universidad de Londres), el equipo del biólogo Hoon Tan está intentando confirmar sus sospechas preliminares: que la sustancia llamada salvestrol Q40, que muchas frutas y plantas tienen en su superficie, podría ayudar a destruir una enzima que siempre está presente en las células cancerosas; así que podría actuar contra esa “diana”. Se ve que el afán del compuesto químico es destructivo; pero para bien, porque está presente en frutos y plantas para repeler insectos, hongos y parásitos. La mayor concentración de salvestrol Q40 se encuentra en las pieles de mandarina, pero la pulpa y la cáscara de otras muchas frutas lo albergan también.

Si se te corta la respiración leyendo sobre medicinas tan peculiares, toma fruta de la pasión (Hylocereus polyrhizus) y mejorarás. A los asmáticos (400 millones en todo el mundo), al menos, les funcionará, porque la revista Nutrition Research Journal publicó en 2008 una investigación en la que demostraba que los bioflavonoides presentes en ella reducían la respiración sibilante (esos jadeos algo roncos) y la tos en estos enfermos. Además, les permite realizar aspiraciones algo más profundas; todo eso, comiendo la fruta sin procesar siquiera. De paso, mejorarás de las rodillas, porque la misma revista publicó en octubre pasado el trabajo de un equipo multidisciplinar de EEUU, Irán y Nueva Zelanda que ha descubierto que varios compuestos presentes en la piel y la pulpa de la fruta de la pasión ayudan a paliar la rigidez y el dolor que causa la osteoartritis. De paso, sustituiría los tratamientos con esteroides, que tienen varios efectos secundarios sobre el intestino y la presión sanguínea, entre otros.

Calefacción almendrada

En el caso de las cáscaras de los frutos secos, se espera de ellas en cierto modo lo mismo que ya hacían cuando “trabajaban” para un árbol: que hagan valer su dureza. Los botánicos llaman “lignosos” a este tipo de materiales porque se parecen a la leña en su composición y propiedades físicas, así que se usan como sustitutos o acompañantes de la madera. Ya hay ataúdes hechos con desechos de almendra, un ejemplo poco conocido pero relativamente habitual en la industria de materiales. Otra aplicación habitual de las cáscaras de estos desechos es el de combustible para calefacción. Su valor se ve fácil: el poder calorífico superior (se llama así) de la cáscara de almendra es de 36.800 kilojulios por kilogramo, frente a los 20.400 de la corteza de pino. Da calor leerlo.

Y ahora que sabes todo esto, ten cuidado con dos cosas: no tires según qué restos y vigila que nadie te pille mirando con ternura el cubo de la basura.

El plátano que no cesa

Compresas sin fronteras

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Este año, la empresa Sustainable Health Enterprises (SHE, se hacen llamar) se ha llevado el Curry Stone Design Prize por fabricar compresas a partir de hojas de banana y piel de la misma fruta. Su especialidad es buscar soluciones ecológicas y locales para mejorar la salud en África. La fundadora de la compañía, Elisabeth Scharpf, ha inventado un modo fácil y casi artesanal de extraer la celulosa de las cáscaras y, en mayor cantidad, de las palmas de los bananeros de Ruanda para convertirla en compresas para las adolescentes y mujeres del país. Aparte de obtener un producto reciclado, dar trabajo a los oriundos y rebajar el precio un 60% respecto de las compresas industriales, SHE resuelve dos problemas: el de un absentismo femenino (estudios y trabajo) de 50 días al año por menstruaciones y el de las infecciones vaginales, con sus problemas derivados.

Depuradora de agua

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La cáscara de plátano en polvo atrae magnéticamente los contaminantes y los atrapa. Es la idea base de Milena Baniolo y su método para quitarle los contaminantes (uranio y otros metales pesados) al agua de su país. El proceso tiene dos fases, como ves en el gráfico de abajo.

Redacción QUO