Comer insectos podría ayudar a reducir el calentamiento global, según un artículo publicado en la revista Plos ONE.

El consumo de carne representa un gran problema ambiental: las vacas o los cerdos son una buena fuente de proteínas, pero también grandes emisores de dióxido de carbono (CO2) y metano, dos de los principales gases de efecto invernadero (GEI) involucrados en el cambio climático. Según la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), el ganado supone casi una quinta parte de las emisiones de GEI provocados por los seres humanos.

El artículo de Plos ONE demuestra que los insectos también pueden ser una fuente importante de proteínas y a la vez contaminar bastante menos. Este hecho se debe entre otras causas a que crecen más rápido y generan menos desechos.

Para llegar a esta conclusión, sus responsables, un equipo de investigadores dirigido por Dennis Oonincx, un entomólogo de la Universidad de Wageningen en los Países Bajos, estudiaron las emisiones de tres GEI (CO2, metano y óxido nitroso) de cinco especies de insectos, incluidas el citado escarabajo del gusano de la harina y los grillos domésticos (Acheta domesticus).

No obstante, como recuerda Peter Thorne, un científico de salud ambiental en la Universidad de Iowa (EEUU) que estudia los efectos en la salud pública de la ganadería tradicional, para llegar a una conclusión del todo real se debería analizar el ciclo de vida completo de todos estos animales y compararlos. Oonincx está de acuerdo y dice que está utilizando estos resultados como un punto de partida para un estudio más a fondo.

Otra cuestión importante es el factor “asco”, pero Oonincx recuerda que es una cuestión cultural: para muchos pueblos de todo el mundo han sido y son una parte importante de su dieta.

Redacción QUO