Es verdad, son las de las llamadas plantas pirófitas. Usan los incendios (naturales, por causa del calor o de tormentas, y provocados) para propagar y hacer crecer sus semillas. Las plantas maduras, tras la floración, encierran y protegen sus semillas en cáscaras duras, que a su vez se alojan dentro de los frutos que penden de sus ramas y tallos.

Allí “esperan” protegidas los años que haga falta, hasta que se produce el incendio y toda la zona se calcina. Debido a las altísimas temperaturas, los frutos se abren y las cáscaras de las semillas se ablandan y caen al suelo. Lo mejor de todo es que la zona, tras el fuego, carece de parásitos y de otras plantas que le hagan competencia.

Redacción QUO