Phyllis Lee, catedrático de la Universidad de Stirling (Escocia) ha presentado en su libro The Amboseli Elephants, una nueva investigación sobre elefantes en al que se afirma que disponen de un sistema social y de relación entre los miembros de su manada muy parecido al existente entre seres humanos.

En este estudio, uno de los análisis continuados más largos que se han realizado hasta ahora, los investigadores han pasado casi 40 años observando el comportamiento de los elefantes en el Parque Nacional de Amboseli (Kenia). Según afirman, las manadas de elefantes disponen de un sistema de comunicación muy complejo, en el que incluso están más de una hora decidiendo y discutiendo sobre qué camino tomar.

Pero no es lo único: los investigadores aseguran que tienen capacidad para la empatía. Han podido observar, como estos mamíferos placentarios del orden Proboscidea, utilizan el lenguaje corporal y los sonidos. Por ejemplo: también se codean, entrelazan sus trompas para saludarse e incluso la doblan enseñando sus colmillos como invitación a jugar. Un cachorro de elefante, al igual que un bebé humano chupa su dedo para dormirse, lo hace con su trompa.

También se ha observado que entre los elefantes hembra existe el factor «coqueteo». Cuando un macho que le gusta está cerca, gira su cabeza por encima de su hombro con los ojos semicerrados para echarle un buen vistazo.

Para discutir qué dirección tomar cuando caminan, pueden tirarse incluso una hora. La negociación se inicia con un estruendoso «vamos». Una señal de uno de ellos que da comienzo a que cada uno muestre su opción. Tras un largo intercambio de opiniones estruendosas en su «lengua», los elefantes llegan al consenso: es hora de que la manada tome la dirección que tanto ha costado elegir. Según Phyllis Lee, «es maravilloso tener el privilegio de observar el proceso de debate de la manada. Un auténtico proceso de negociación en toda regla».

El estudio arroja una prueba más de la capacidad que tienen los elefantes para la empatía. Y no solo eso, también para advertir el dolor o apreciar el peligro a sus compañeros. Como ejemplo, un elefante joven que fue acercándose poco a poco a una valla electrificada. De lejos, un elefante más mayor que le observaba miró alarmado esperando que el pequeño se moviera rápidamente de allí. Según Cynthia Moss, fundadora del proyecto de investigación de Elefantes de Amboseli en 1972, «tanto su postura como sus gestos indicaban que hacía una mueca de dolor. Se notaba incluso hasta cuando sus ojos parpadeaban».

Según declaró Moss a la revista New Scientists: «los investigadores han rastreado a más de 2.500 elefantes. Su cerebro, es muy parecido al de los simios, aunque no tanto como el de los delfines y las personas». Además añade: «algo que sí podemos decir con seguridad es que los elefantes disponen de un sistema social, de comunicación y relación muy complejo. El núcleo es la unidad de la familia, de la manada compuesta por hembras y crías. Pero también se crean relaciones de amistad entre sus poblaciones, formando una especie de clanes o clubs de elefantes».

Redacción QUO