En las últimas semanas más de 450 elefantes han perecido en el Parque Nacional Bouba Ndjia, al norte de Camerún, a manos de grupos armados y organizados procedentes de Chad y Sudan, según observadores de la zona. El último recuento elaborado en 2007 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cifraba el número de elefantes de Camerún entre 1.000 y 5.000 individuos.
Como consecuencia de los ataques, numerosas crías que quedan huérfanas y expuestas a morir de hambre y sed en poco tiempo. Dado que los tiroteos continúan, resulta muy difícil rescatarlas, así como inspeccionar el terreno para determinar la magnitud real de las masacres.
La gravedad de estas matanzas supone un salto cualitativo en el continuo incremento de la caza furtiva que se ha venido observando en los últimos años. El Secretario General de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES), John E. Scanlon ha expresado su preocupación, ya que «este aumento reviste una especial gravedad no sólo para Camerún, país miembro de CITES, sino también para los 38 países que componen el rango de distribución del elefante africano y para el secretariado de CITES», ha declarado.
Como primera medida, la CITES ya ha puesto en marcha un grupo de coordinación para apoyar la respuesta a estos incidentes, cuyo objetivo será llevar a los responsables ante la justica, localizar y confiscar el marfil y prevenir futuros ataques. Entre otras medidas, se está estudiando la mejor forma de incorporar a su trabajo herramientas innovadoras, como la investigación forense especializada en fauna salvaje, las huellas de ADN o la lucha contra la caza furtiva desde las comunidades locales.
Según declaraciones de Celine Sissler-Bienvenu, del Fondo Internacional de Bienestar Animal (IFAW) «el marfil conseguido se transporta ilegalmente desde el centro y el oeste de África a los mercados de Asia y Europa, y el dinero que se obtiene a cambio financia las compras de armas para los conflictos de la zona, especialmente para los disturbios que se están produciendo en Sudán y la República Centroafricana». En cuanto a las razones últimas de que ese comercio ilegal florezca incesantemente, el IFAW alude a que permanece la demanda de marfil en Occidente, mientras en los países asiáticos se ha disparado en los últimos años, sobre todo en Japón y China. La prosperidad económica de esta nación y el aumento del poder adquisivo de su población han contribuido decisisvamente a esta tendencia.
Pilar Gil Villar