Los insectos sociales, como abejas, hormigas o termitas, suelen tener una casta de soldados para proteger la colonia. Pero las obreras de las termitas Neocapritermes taracua también han desarrollado una sorprendente táctica defensiva: se rasgan por la unión entre tórax y abdomen, mientras expelen un líquido pegajoso y tóxico. Este acto supone un suicido, pero tiene muchas posibilidades de acabar con el enemigo.

Un estudio cuyo primer autor es Jan Šobotník, de la Academia de Ciencias de la República Checa, ha examinado este peculiar comportamiento y pone de manifiesto sus detalles en la revista Science.

El arma química se compone de dos sustancias que sólo se mezclan en el momento de la explosión, en una reacción venenosa. Por un lado, unas secreciones de las glándulas salivares y, por otro, unos cristales azules de proteínas que contienen cobre, almacenados en unos bolsillos específicos que crecen sobre la coraza dorsal del animal. Como consecuencia, las obreras que los desarrollan han sido bautizadas por los investigadores como “azules”. Sus compañeras “blancas”, también explotan, pero su secreción es menos tóxica y se toman algo más de tiempo antes de aplicar la drástica medida.

Sobotnik y sus colegas han comprobado que son las trabajadoras de más edad las que empiezan a desarrollar los cristales, cuyo volumen va aumentando con el tiempo. Para comprobarlo, midieron las mandíbulas con las que mastican la madera, que se van desgastando hasta que dejan de rendir igual. Yves Roisin, otro de los autores del artículo, explica en el podcast de Science asociado a este artículo que “entre los insectos sociales el individuo no cuenta, o cuenta por el trabajo que puede realizar para la colonia, y cuando empiezan a resultar menos eficientes, es más probable que se sacrifiquen”.

Si bien existen otras especies, como algunas hormigas, que también utilizan dos sustancias para elaborar veneno, Raisin asegura no conocer “ningún otro animal que lleve el veneno fuera del cuerpo”. Ahora los investigadores pretenden analizar otras terminas emparentadas con las N. taracua para buscar adaptaciones que expliquen la evolución de este fenómeno tan sofisticado e impresionante, como puedes comprobar aquí:

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Pilar Gil Villar