Un gato travieso pillado por un rociador no se escapa necesariamente porque odie mojarse. Seguramente lo que le da miedo es el agua en sí. Los científicos creen que la experiencia limitada de los gatos domésticos con el agua -sobre todo grifos que gotean y el cuenco del agua- les hace temer lo que está mojado.

Esto probablemente se debe a que los ancestros de los gatos, que vivían en los desiertos, tampoco tenían mucha experiencia con el agua. Estudios genéticos llevados a cabo por el Instituto Nacional del Cáncer muestran que los parientes más cercanos de los gatos domésticos son los gatos salvajes de África y Europa y el gato del Desierto Chino. Y desde que los humanos empezaron a domesticar gatos -las pruebas más antiguas son de hace 9.500 años en Chipre- los propietarios de gatos les han protegido de la rudeza de los elementos. «Los gatos no han evolucionado para relacionarse mucho con el agua«, asegura Katherine Houpt, especialista en comportamiento animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Cornell.

Que un gato disfrute del agua no solo depende del lugar en el que vive, sino también de las interacciones de los depredadores y las presas, dice Jack Grisham, el director de la colección de animales del Zoo de St. Louis. Los leones se quedan en tierra seca para no bañarse en los ríos plagados de cocodrilos; los leopardos viven en los árboles, lejos del agua y de los depredadores. Por el contrario, algunos gatos domesticados en granjas merodean por los estanques para cazar ranas. Y el gato pescador, oriundo de los pantanos de India e Indonesia, toquetea la superficie del agua con la pata y luego atrapa a su presa con las garras.

Los dueños de los gatos también pueden acostumbrarlos al agua bañándolos cuando son cachorros. No obstante, la mayoría de veterinarios no lo recomiendan porque puede secar la piel del gato y eliminar las feromonas esenciales para que se comunique con otros felinos. Además, un gato ya tiene todo lo necesario para mantenerse limpio: su saliva contiene un detergente natural para reducir la grasa y su lengua rugosa limpia la suciedad.

Sin embargo, a algunos gatos sí que les gusta mojarse. Tanto es así, dice Houpt, que «de hecho juegan con el agua». Incluso la amenaza del rociador, admite, solo evita que el 70% de los gatos arañen el sofá.

Redacción QUO