Mientras otros tienen un gato o un perro, Abdullah Sholeh tiene una mascota fuera de lo común: un tigre de bengala de cuatro años y 300 kilos de peso. Sholeh, de 31 años, es conocido por sus vecinos como la «niñera de tigres» tras su peculiar historia con Mulan, un Panthera tigris al que alimenta y proporciona juegos, mimos, besos e incluso un lado de su cama.

«No me da miedo» asegura Sholeh a The Sun. «Es un amigo más». Y lo demuestra preocupándose de él desde el día en que nació y se convirtió en su cuidador durante 24 horas diarias.

Vivir con tigres, el mayor de los cuatro felinos, no es una decisión que pueda tomarse a la ligera. Mientras que en un vídeo o en una foto pueden parecer tiernos y achuchables, los juegos cotidianos con un ejemplar de este tipo pueden tener un final muy poco feliz sin que el animal haya tenido la menor intención de hacer daño. Pero al fin y al cabo no se puede olvidar que su naturaleza es la que es, como es evidente, tener un tigre no es como tener un gato.

El tigre, animal nacional de la India y Bangladesh, es una especie protegida y la mayor parte de ellos viven en cautiverio ¿Su mayor enemigo? El ser humano y su afición a la caza y el comercio ilegal. A pesar de todos los intentos realizados por protegerle, de más de 100.000 tigres que se estimaba que existían a comienzos del s. XX, los últimos datos arrojan que tan solo quedan 3.200 en estado salvaje (y en cautiverio unos 1.500). Esto implica que su población se ha reducido casi un 50% en la última década. «Si bien el tigre ha sido valorado a través de la historia y es un símbolo de gran importancia en muchas culturas y religiones, se encuentra ahora, literalmente, a punto de de extinguirse» afirmaba recientemente el secretario general de la CITES, Willem Wijnstekers. De ahí se explican acciones como las de los científicos brasileños, empeñados en una nueva aventura: clonar animales en peligro de extinción.

Son varios los casos conocidos de convivencia con animales salvajes. En Brakpan, Sudáfrica, Michael Jamison y su novia Jackie Smit viven con Enzo, otro ‘lindo gatito’ gigante que cobijaron en su hogar. «Jugar con un tigre puede ser muy peligroso» aseguraba Jamison, «cada vez que juegas con él tienes que ser consciente de que vas a sangrar un poco«. De hecho, como podéis ver en el vídeo, Sholeh muestra señales de algún que otro ‘zarpazo’ y un ojo hinchado.

Otro caso muy conocido es el del león Christian, adquirido por John Rendall y Anthony «Ace» Bourke en los almacenes de Harrods (Londres, 1969) cuando el centro comercial quiso deshacerse de él por destrozar, con nocturnidad y alevosía, un cargamento de alfombras. Rendall y Bourke cuidaron de Christian hasta que este cumplió el año de edad y fue reintoducido en su hábitat por el conservacionista George Adamson. Para el recuerdo se guarda el gran clásico del reencuentro entre Christian y sus cuidadores anglosajones cuando estos fueron a verle años después de dejarle en libertad en el África salvaje (puedes verlo AQUÍ).

Abdullah Sholeh también nos deja otro recuerdo gráfico de cómo es la convivencia con los grandes gatos. ¿Salvajes? Sí, pero mininos al fin y al cabo. Aunque tanto como para comérselo a besos tras haberse zampado a un mono o a una hiena… no sé yo.

Para ver el vídeo (Vía The Sun)

Redacción QUO