Muy pocos tienen la suerte de poder ver lo que sucede a sus espaldas sin darse la vuelta. Está la niña del exorcista, la estrella del circo freak Martin Laurello y los búhos. Poco más. La primera sabemos que lo hace con efectos especiales, el segundo padecía una rara enfermedad y los terceros lo consiguen gracias a lo inusual de los huesos y las arterias de su cuello.

Si un humano tratase de girar su cabeza de esa forma, moriría de un infarto. La alineación de las arterias se rompería y se formarían coágulos que, en cuestión de segundos, provocarían su muerte. Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins ha averiguado por qué no sucede lo mismo con los búhos a pesar de que ellos también tienen arterias vitales en el cuello.

En primer lugar, se debe a que sus vértebras cervicales tienen cavidades más amplias que las nuestras, de tal forma que al rotar la cabeza la arteria tiene suficiente espacio para realizar el giro. Y en segundo lugar, sus arterias, a diferencia de las nuestras, son más grandes cuanto más cerca están del cerebro. Los investigadores creen que esto es lo que permite reservar suficiente cantidad de sangre para sobrevivir cuando el giro corta parcialmente la circulación.

Publicado en #Quonectados nº 211.

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Redacción QUO