Se suele decir que cuánto más alto es un árbol, más pequeñas son sus hojas. Lo que no sabíamos es que precisamente por esta razón hay una altura límite más allá de la cual un árbol no puede crecer: alrededor de los 100 metros, que es lo que miden las secuoyas más grandes del mundo.
La culpa la tiene el sistema circulatorio. En las hojas se producen azúcares que después se distribuyen a través de una red de células con forma de tubo conocidas como floemas. La velocidad a la que se mueven estos azúcares es mayor cuanto más grande es la hoja, pero se ralentiza en las ramas,el tallo y el tronco. Es como si se produjese un atasco. Por esta razón, hay un punto en el que seguir creciendo sería improductivo para la planta. Es como si la carretera se hiciese cada vez más larga y el coche cada vez fuera más lento.
Así que, por ahorrar gasolina, los árboles paran de crecer cuando llegan a esta altura.
Redacción QUO