A veces moverse en pandilla tiene sus ventajas. Por ejemplo, reducir las probabilidades de terminar en la boca (o el pico ) de algún enemigo hambriento. Esto lo saben muchas especies de peces, que surcan las aguas en cardúmenes. Pero ¿cómo eligen a sus acompañantes? Según afirman Joachim Frommen y sus colegas de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena (Austria) muchos de ellos se dejan guiar por la llamada de la sangre.

En una serie de experimentos con peces espinosos (Gasterosteus aculeatus) han comprobado que, si se les da a elegir entre un grupo de parientes y otro de individuos sin relación familiar con ellos, se inclinan mayoritariamente por el primero. Y la confianza en la estirpe debe de ser ciega, ya que, cuando se divide a los primos en conocidos y desconocidos, los espinosos se unen con el mismo interés a cualquiera de los dos grupos.

En el artículo publicado en la revista Ethology, Frommen explica que el mecanismo para identificar a la familia es básicamente aromático: “Parece que a los peces se les queda grabado a edad muy temprana, entre otras cosas, los rasgos olfativos de sus parientes más cercanos y, a partir de ellos, pueden reconocer el grado de parentesco de otros congéneres”.

Pilar Gil Villar