El planteamiento de los perros salvajes africanos no está mal. Si salimos a cazar en grupos de entre 6 y 10 individuos y recorremos 30 kilómetros diarios, malo será que no encontremos un bocado que llevarnos a las fauces.
Sin embargo, el equipo dirigido por Gregory Rasmussen, zoólogo de la Universidad de Oxford, ha descubierto las fatales consecuencias que tal táctica puede tener a largo plazo. En un artículo publicado en la revista American Naturalist, plantean el círculo vicioso en el que ya han caído varias manadas analizadas en África. Al invertir tanta energía en las redadas, pierden fuerzas para reproducirse y su descendencia disminuye considerablemente. En consecuencia, las patrullas de aprovisionamiento cuentan con menos individuos y, claro, consiguen menos comida. El hambre les debilita aún más, consiguen menos caza y paren menos crías.
Debido a esta “trampa de pobreza”, como la han denominado los investigadores, la especie ya se considera en peligro de extinción. Confiemos en que el descubrimiento de las causas contribuya a diseñar remedios eficaces para recuperar las poblaciones.
Pilar Gil Villar